Por MarĂa Estela de LeĂłn
La Junta Central Electoral con 97 años de vida democrática ha tenido 29 presidentes.
Por mandato constitucional, cada 4 años los miembros de la Junta Central Electoral y sus suplentes son renovados por el Senado de la RepĂşblica, atribuciĂłn que le he conferido a este Ăłrgano en el artĂculo 80 de la Carta Magna, esto con las dos terceras partes de los senadores presentes.
En esas vorágines, imperan los discursos de personas y sectores a favor de que los mismos estĂ©n desvinculados de la vida polĂtico-partidaria, otros se muestran más conservadores; plantean la escogencia por el consenso de las fuerzas polĂticas.
La Junta Central Electoral es la instituciĂłn responsable de dirigir, supervisar y organizar los procesos electorales en el paĂs asĂ lo establece la ConstituciĂłn dominicana en el artĂculo 211. Este mandato implica tomar decisiones, mismas que en ocasiones resultan odiosas o acertadas dependiendo a quien o quienes afecten.
Me gustarĂa que las discusiones sobre la escogencia de las prĂłximas autoridades estĂ©n más orientadas en las virtudes que deben poseer y adornar a los futuros miembros de la JCE, tales como el servicio, la integridad, imparcialidad, responsabilidad, independencia, transparencia, capacidad por citar solo unas cuantas.
El matrimonio entre el Ăłrgano y los partidos dura lo que dice el refranero popular “un gusano en un gallinero”, y entonces comienzan las descalificaciones, acusaciones de todo tipo, olvidando aquellos mĂ©ritos que sirvieron para seleccionarlos tales como: Idoneidad, independencia, capacidad y trayectoria pĂşblica. Como acto de magia, se van al zafacĂłn del olvido.
Una vez consumado el hecho de la escogencia, inicia una relaciĂłn de amor y camaraderĂa que termina luego en odio, persecuciĂłn y campañas de descrĂ©ditos hacia los que ostentan los cargos cuando las decisiones afectan a personas, sectores de poder u organizaciĂłn polĂtica.
En el ejercicio democrático las decisiones habrán de afectar intereses “alguien pierde o gana; ese es el juego”, lograr articular el consenso para la toma de medidas es la excepciĂłn o lo ideal en democracia. Este sistema tiene esas virtudes que a muchos no les agrada, dependiendo el lado de los intereses que representen.
Al final de los procesos, como a Jesucristo, los perdedores de una contienda electoral piden la crucifixión y las cabezas de los supuestos culpables de sus derrotas. En tanto que los ganadores son más benevolentes; se despachan con elogios que no fueron capaces de enarbolar en los momentos y hora de la verdad.
VendrĂa bien a propĂłsitos de los aires de encantamiento y amorĂos que proliferan en el ambiente social, polĂtico y legislativo despojarse de las pasiones, los intereses y las ofertas electoreras y pensar en el fortalecimiento del sistema democrático y la institucionalidad del paĂs.
Concluyo esta reflexiĂłn citando al filĂłsofo SĂłcrates “Cuatro caracterĂsticas corresponden a un juez: Escuchar cortĂ©smente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”.
La autora es dominicana, abogada y periodista.
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