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Desde
que surgió el actual modelo de Estado, consecuencia de la firma de la Paz de
Westfalia, en Alemania en 1648, ha seguido una solemnidad, protocolo o
ceremonial, que le ha impreso una autoridad, respeto y legitimidad, la cual
ha sido casi acatada por los representantes de los diferentes gobiernos que lo
han administrado alrededor del mundo.
El
Estado ha instituido las reglas del juego, de actuación y comportamiento de sus
máximos representantes, lo cual contribuye para el
respeto por la figura de los presidentes y demás autoridades, incluido en el
protocolo oficial en cualquier paÃs. Entre las reglas del juego de los Estados
está la solemnidad o los ceremoniales de Estado, extensivos y aplicables a los
máximos ejecutivos de los Estados.
El
respeto a esas reglas básicas de gobernar y actuar le agrega valor y
connotación al jefe de Estado en particular, por lo que este no puede
sustraerse de acatar, al menos que se proponga cualquierizar, profanar,
pervertir, degradar, rebajar o relajar los actos y forma de ejercer el poder.
Dentro de la solemnidad del Estado están instituidas disposiciones como la
seguridad del presidente y de los máximos ejecutivos del Estado, el vestuario
sobrio, agenda programada, escolta especial entre otras formalidades inherentes
al funcionariado público.
Solo
algunos presidentes atÃpicos alrededor del mundo han disminuido la solemnidad
del Estado y no han sido halagadoras las experiencias para los pueblos que los han
padecidos. Ejemplos de presidentes atÃpicos en América, que han degradado la
solemnidad del Estado, lo hemos tenido en Ecuador, HaitÃ, Uruguay, República
Dominicana, otros paÃses, y ahora los tenemos en Venezuela, Estados Unidos de
Norteamérica y México.
Los
presidentes atÃpicos o populistas, en principio logran capturar la simpatÃa de
sus pueblos, pero una vez irradian con sus actuaciones insolentes al Estado,
comienza un proceso de degradación en toda la sociedad, gobierno,
instituciones, empresas y ciudadanos, donde todos terminan perjudicado, por la
aplicación de un incorrecto direccionamiento desde la más alta función hasta el
simple acto de gestión. Por esas razones se hace necesario fortalecer en la
sociedad la cultura de Estado, a los fines que los ciudadanos velen porque
quienes se propongan administrarlos, respeten reglas básicas de actuación que
tiene mucho nombre y lo cual resumimos en la solemnidad del Estado.
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