Incertidumbre.



Generaciones crecimos asistiendo al catecismo, observando a nuestros padres imbuidos en el Rosario, liturgia católica en la radio que parecía un toque de queda en la vespertina y escuchado la misa de domingo., servían a la fe en Dios en el San Cristóbal que nos vio nacer. Una sociedad de compadres, de amigos, donde el intercambio de comidas era costumbre entre vecinos , testimonio de las mejores relaciones y convivencia.
Con la desaparición de Rafael Leónidas, la población y sociedad de San Cristóbal quedó acéfala de figura rectora y liderazgo. El sepulcro no dio cabida a la abyección…y como fantasmas deambulan miserables las almas en penas de vivos- muertos incapaces de superar lo negado por 31 años. La clase política inconsistente e insustancial en nada ha contribuido para frenar el carácter involutivo y las trampas en el interregno histórico llamado Era democrática. Por el contrario, se hace efímero su paso por las funciones públicas como resultado del desinterés por lo colectivo.
San Cristóbal vive como una población en luto, en permanente duelo, enjaulada en diatribas y disquisiciones propias de infantilismo y borrachera tumorosa. Es como cobijar odios, es como hacer de la hostilidad y la perfidia un hábito de vida. Somos una sociedad rica, abundante en gente que ha sabido y podido crecer, trascender teniendo como principal adversidad el rostro negativo de los propios. 
Es triste, nada agradable y molestoso tener que admitir que en 57 años la tierra del Jefe no ha podido parir un liderato político, social, comunitario…creíble, respetado, ni breve ni duradero. Los pares, los iguales se afanan con mezquindades atropellar, obstaculizar, denostar, enlodar a quienes han sacada medio cuerpo de ventaja. Por crecer, por avanzar, por ser distinto se paga un alto precio, en una sociedad política improductiva, incapaz, rustica y clientelista.
San Cristóbal es tierra de patriotas, de epopeyas trascendentes de la historia, de académicos e intelectuales de la más alta calificación, de músicos y artistas consagrados y extraordinarios, celoso centinela y espada digna de la dominicanidad. 
La distancia, los colores y particulares simpatías jamás pueden ser óbice para la solidaridad ante un resbalón o caída, nada justifica la risa, las actitudes hilarantes, los insultos en la dificultad de un hijo del solar. No hay, no puede existir cancha a los odios, mucho menos tiempo para anidar resentimientos, prohijados en la envidia y promiscuidad mental.
Pero muy a pesar del menosprecio existe un pujante sector empresarial, que dinamiza la economía y genera riqueza; se trabaja en la articulación y ejecución del Plan Estratégico, instancia que desnuda realidad y pone la mirada en la distancia; desde la municipalidad se encaminan los mejores esfuerzos hacia el desarrollo, con obras, servicios, regulaciones y construcción de confianza
Fortalecer la clase dirigente es una tarea presente, que no aguanta más postergación ni ruidos innecesarios. La agenda hacia el 2044 hay que definirla ahora, ya, dejando a un lado la intriga y maledicencia contra los nuestros, propias de vorágines protagonizadas por seres de la penumbra.
Al parecer hemos sucumbido a las costumbres y hábitos negativos arrastrados por las migraciones, nuestra autenticidad como pueblo ha sido relegada y arrinconada por etnias regionales que silente y sin marcado propósito, desplazan el aroma y orgullo del serie 2. Gente que nació aquí, que creció aquí se sienta más vinculada a los pueblos de donde provienen sus ancestros…una maravillosa manera de desprecio por la comunidad que los albergó y brindó oportunidades.
Ya podrán nuestros sociólogos, antropólogos y cientistas buscar causales y respuestas a una verdad que nos disminuyes y entrampa como pueblo. Mientras, levantar el orgullo, sabernos dueños del Rio Nigua, de su historia; entender que somos espada principal de la independencia y la restauración…nos debe llenar de satisfacción y capacidad para asumir con dignidad los grandes encuentros presentes y futuros.

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