Perdón, no lo vuelvo a hacer

Muchos son los motivos y muchas son las causales que cimientan un hombre y mujer violento. Desde los orígenes se define al hombre como cabeza de familia, jefe del hogar y propietario de todo. Culturalmente se arrastra esta verdad. Nada o muy poco se ha hecho para cambiar una realidad de absurdo patriarcado.
Cada persona es naturalmente celosa. El hombre y mujer dominicanos son enfermizamente celosos. Una cantidad sufre del síndrome de Otelo, un trastorno por celos desmesurados. 
“Los feminicidios en nuestro país tienen un común denominador: los celos, el despecho, la ceguera y turbación emocional.”
El hombre con ese sentido de pertenencia, de dueño, de amo y señor, no acepta, no permite la separación, divorcio o alejamiento de la pareja.
Es un círculo emocional que desmerita y genera desorientaciones en la pareja. Cuando se llega a la muerte o agresión física traumática, es porque ha existido un preámbulo de violencia de todo tipo. 
La mujer maltratada asume el silencio, una veces por preservar la familia, por amor, por miedo, por los hijos, por el status; otras veces por la disculpa, el perdón, el no lo vuelvo a hacer o por la intervención de los padres y familiares.
La mujer que acude a los órganos estatales de protección, en la mayoría de los casos es burlada y expuesta con mayor intensidad al peligro. 
El hombre violento manda tempranas señales. Una novia que vive momentos de agresión verbal del novio con su madre, hermanos, vecinos, amigos…que puede esperar….
Hay mujeres que si tienen la osadía de cambiar el cheque de pago de su salario, reciben insultos y palizas de los maridos...
Nada justifica la muerte y agresión a una mujer por la pareja o ex pareja. Pero el morbo y la lascivia en una sociedad que vive de la estridencia de primeras planas y titulares (ahora de las redes) vienen prohijando acciones encadenadas de violencia.

La mujer en el primer asomo de violencia debe acudir a los órganos de protección o simplemente ponerle punto final a la relación. Porque con “el perdón, la disculpa, y el no lo vuelvo a hacer”…se va construyendo un monstruo con patología incurable.
Callar a la agresión del marido, no actuar, aguantar en silencio…y continuar como que nada ha pasado, es erigir la cripta, con epitafio y panegírico incluidos.
Las jóvenes son maltratadas y dañadas desde el noviazgo por individuos que se desdoblan, que observan bipolaridad y evidentes frustraciones, que los padres de la muchacha dan lectura inequívoca de esa verdad, y aun así permiten matrimonio por ego social, sin medir las consecuencias. 
El gobierno intenta la articulación de políticas dirigidas a disminuir este flagelo. Esto es materialmente imposible si no se trabaja con el individuo de manera directa y permanente, con el machismo trasnochado y las causales que hacen endémico el problema.
La gravedad que envuelven los feminicidios y la violencia, no es para discursitos, caminatas, vitrinas, pasarelas… 
Lo ideal es ceñir el comportamiento a las buenas costumbres, la decencia, al respeto; alejado de ruidos, desamor, intriga, odio, perturbación…hacer del hogar un hábitat de armonía, no un campo de batalla, jamás un escenario para hostilidades y perfidia.
El vínculo de pareja no puede ser un dolo ni una farsa, debe ser sincero, real, libre, autentico, único…capaz de evitar maltratos y saber sobrellevar adversidades.
Perdón, no volveré jamás a agredirte amor, ni con el pétalo de una rosa…después de esas palabras, siempre viene lo peor…

Publicar un comentario

0 Comentarios