Por Manuel Vólquez
Alegra saber que los dominicanos estamos adoptando niveles de raciocinio y conciencia
respecto al peligro que representa la tenebrosa pandemia certificada por la Organización
Mundial de la Salud (OMS) como Covid-19.
Lo digo al observar la masiva concurrencia a los centros de vacunación de menores de 12
años y adolescentes, como también de los adultos, luego del llamado hecho por las
autoridades gubernamentales, los lÃderes eclesiásticos y de los partidos polÃticos, y otros
sectores de la sociedad.
Aún quedan algunos ignorantes por inmunizarse y espero que se decidan pronto porque la
peste sigue matando muchas personas en el mundo y la República Dominicana no es la
excepción, pues al momento de escribir este artÃculo registraba 3,707 muertes (nos
acercamos a las 4 mil vÃctimas), 308 mil 650 casos de contagios y 53 mil 254 personas
están declaradas como portadores activos.
De continuar con el ritmo de vacunación, pronto lograremos reducir los efectos del letal
virus.
Somos más de once millones de habitantes que necesitan dos dosis del biológico para lograr
la inmunización preventiva. Significa que debemos continuar con el uso de mascarillas,
alejarnos del endemoniado, imprudente e irracional “teteo” o francachelas para librarnos
definitivamente de la enfermedad.
Para nuestros once millones de habitantes se requieren más de 22 millones de vacunas,
fármacos que ya fueron contratados con la empresa china Coronovac, fabricante del exitoso
antiviral Sinovac, y con la farmacéutica estadounidense Pfizer, la alemana BioNTech, como
la cuestionada AstraZeneca.
En el paÃs, se calcula que 6.2 millones de personas han sido inoculadas antes del plazo
previsto, lo que nos posiciona en el primer lugar de la región Latinoamericana con más
vacunas diarias aplicadas por cada 100 habitantes, consiguiendo hasta el momento que el
22 % de la población mayor de 18 años haya recibido sus dos dosis, acercándose asà al
sistema conocido como la inmunización de rebaño.
Sin embargo, he estado pensando qué podrÃa pasar con los niños o los bebés, el segmento
más vulneraba de la sociedad, que por su corta edad no puede expresar a los mayores los
sufrimientos o los sÃntomas que se sienten cuando son impactados por el virus, como son
tienen fiebre, tos, dificultad para respirar, dolores musculares, dolor de cabeza y diarrea.
Como los niños con frecuencia se resfrÃan, tal vez su sistema inmunitario esté preparado
para proporcionarles alguna protección contra la pandemia. También es posible que su
organismo interactúe con el virus de una manera diferente a la que lo hace el de los adultos.
Es la deducción de los epidemiólogos e infectólogos y otros cientÃficos mundiales, cuando
explican que este fenómeno se propaga casi más a través de las gotas respiratorias cuando
las personas con infección tosen, estornudan o hablan, aunque puede propagarse de otras
maneras.
Los especialistas precisan que los infantes pueden contagiarse de los familiares y contactos
cercanos. En el caso de los menores más crecidos, de 5 años en adelante, se infectarÃan de
los amiguitos o maestros en la escuela o en las actividades deportivas.
Afirman que a medida que los niños se hacen mayores, el riesgo de enfermar lo suficiente
como para ser hospitalizado es elevado. Los recién nacidos y los bebés pequeños también
están en esa tendencia. No obstante, la posibilidad de fallecer en niños es mucho más bajo
que en los adultos.
Investigando acerca de cómo afecta la peste a esa frágil porción poblacional, encontré
detalles interesantes en una revista sobre temas de salud (fuente:
info@colesterolfamiliar.org) donde se comenta qué pueden hacer los padres cuando se
presenta esa eventualidad.
Comenta que los padres necesitan equilibrar las necesidades de sus hijos para estar seguros
con sus prioridades de aprendizaje y de socializar con sus compañeros. Es decir, los tutores
deben consultar a su sistema escolar y al departamento de salud para obtener la mejor
información sobre la difusión local de la pandemia, normas y recomendaciones del área
sanitaria, y los procedimientos docentes a seguir.
“Tenemos que mantener a los niños a salvo de la infección al tiempo que se minimizan los
riesgos para ellos mismos, sus amigos, miembros de la familia, incluidos los abuelos y otras
personas vulnerables de la sociedad”, dice.
Aconseja seguir los protocolos del distanciamiento fÃsico, usar una mascarilla y lavarse las
manos a menudo con jabón y agua durante más de 20 segundos; evitar tocarse los ojos, la
nariz, y la boca con las manos sin lavar.
Esas normas, lamentablemente, pocas gentes las cumplen. Por eso son los rebrotes y los
altos Ãndices de contaminación viral.
Por suerte, a esas criaturas no las están llevando a clases presenciales de las escuelas
públicas y colegios privados porque tendrÃamos un panorama sanitario escalofriante.
Los adultos, que ya estamos viviendo los pocos dÃas que nos quedan como especies
homÃnidas, sabemos a lo que nos enfrentamos. Hay que cuidar a los futuros adultos.
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