¿Rebeldía, cobardía o de ignorancia?

Por Manuel Vólquez De acuerdo a las estadísticas, la República Dominicana tiene una población de más de once millones de personas y de esta cifra el 40 % (unas 400 mil personas) se niegan a ponerse la vacuna contra la pandemia Covid-19. Recientemente, el ministerio de Salud Pública reveló que unos 30,000 jóvenes se resisten a acudir a los centros de inoculación, pero resulta que andan por las calles sin mascarillas, no guardan el distanciamiento físico y asumo como un hecho que tampoco se lavan las manos con jabón. Es obvio que estamos presenciando un típico y absurdo acto de rebeldía, cobardía o de ignorancia, cuando la vida pende de un hilo en un estado de emergencia sanitaria como la que estamos padeciendo en el mundo. Cada quien decide su destino. Muchas personas en el mundo no confían en las vacunas porque temen padecer efectos secundarios. Lo cierto es que se han dado casos de muertes luego de inyectarse contra otras pandemias, pero son posibilidades mínimas. Los efectos secundarios generados de una vacuna dependerán de las propiedades inmunológicas de cada organismo humano, de acuerdo con los diagnósticos de los médicos epidemiólogos. Es la realidad. Confieso que, en lo personal, tengo mi reserva respecto a ese tema. Me apliqué las dos dosis del biológico chino Sinovac y no sentí ninguna reacción negativa. Antes de acudir a un centro de vacunación, reflexioné mucho si hacerlo o no. Todo salió bien y, pese a esa situación, sigo aplicando las normas protocolares. Pienso que aquellos que se resisten a vacunarse es porque les temen a los puyones, más que a la vacuna. También creo que están mal informados sobre las propiedades preventivas de esos fármacos cuando se presentan epidemias mortales. Pero es posible que la ignorancia sea el principal factor a negarse a recibir las vacunas. Conozco a una pareja de esposos de nacionalidad haitiana, mis vecinos, que me han reiterado que no se vacunarán porque lo del Covid-19 es una estrategia política de los gobiernos. Cuando les pido una explicación más detallada sobre ese concepto, solo se limitan a decir que lo del virus no es real. Como la mayoría de sus compatriotas, nunca los he visto usando mascarilla y siempre conversan sin mantener la distancia. Con todos los haitianos que he conversado, me dicen lo mismo. Tal parece que siguen una línea conductual configurada desde su país, donde a la fecha actual se registran 13,624 casos de contagios, 276 defunciones y 12,479 recuperados, según los reportes de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Muchos dominicanos piensan igual. Es la razón por la que se aglomeran masivamente, sin distanciamiento, en los malecones, parques, playas, bares, piscinas, colmados, centros de expendios de bebidas alcohólicas y otros lugares. Hasta el 19 de mayo, el gobierno haitiano mantenía la negativa de no inocular a la población ni aceptar vacunas. Sin embargo, debido a los incrementos de casos registrados las últimas semanas, cambió de opinión y aceptó la vacuna de AstraZeneca que le ofrece la Organización Mundial de la Salud. El pasado abril, Haití declinó el ofrecimiento de la OMS de proporcionarle la vacuna de AstraZeneca por miedo a que la población lo rechazara tras los casos de trombos detectados en Europa. Aunque los datos oficiales indican que el país ha estado poco afectado por el coronavirus desde el inicio de la pandemia, en las últimas dos semanas se ha registrado un repunte de los casos, con más de 70 positivos por jornada, según lo manifestado por el presidente Jovenel Moise. Haití es uno de los 92 países de bajos ingresos que han obtenido acceso a la vacuna Covid-19 a través del mecanismo Covax que, al igual que al resto de los países participantes, ha asignado a la nación caribeña una cantidad de dosis para vacunar al 20 % de su población para finales de 2021. La República Dominicana sería el país más afectado, si los haitianos no se vacunan, pues la entrada frecuente de indocumentados de esa nación a través de los puntos fronterizos dominicanos agravaría más la situación sanitaria de este lado. Si entran personas infectadas desde el vecino país, entonces los casos de contagios se elevarían, los cupos de camas hospitalarias sobrepasarían los límites de su capacidad y la positividad al virus subiría a niveles inesperados. Y eso, hay que prevenirlo.

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