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“Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”. Juan Bosch
El autor de esta anĆ©cdota fue engendrado, criado y educado por un humilde conductor de carro pĆŗblico de la Ruta “A” de Santiago de Los Caballeros, el seƱor Pablo Cruz Cruz, que aunque muy pobre econĆ³micamente hablando, poseĆa una de las mayores riquezas: la responsabilidad de su rol de padre y cabeza de familia, asĆ como las virtudes morales que lo adornaban, entregĆ”ndose por completo a la formaciĆ³n moral, espiritual y profesional de cada uno de sus ocho hijos, transmitiĆ©ndonos siempre los sanos principios y valores Ć©ticos
y morales.
Un dĆa muy de madrugada, siendo yo muy pequeƱo, mi padre despertĆ³ a mi hermano RenĆ© y a mĆ, con un billete de veinte pesos en las manos y a seguidas nos preguntĆ³: ¿de cuĆ”nto es este billete? Los dos de inmediato contestamos: ¡de veinte pesos papĆ”! ¡No!, respondiĆ³ Ć©l.
“Este billete aunque exprese que es de veinte, para mĆ es de cinco pesos”. Nosotros, como niƱos ingenuos, nos quedamos sorprendidos y anonadados, sin entender lo que sucedĆa.
“Anoche le hice un servicio a un mĆ©dico y Ć©l, en vez de darme cinco pesos, en medio de la obscuridad, me entregĆ³ veinte pesos. Yo tengo que llevarle la parte que no me corresponde, porque ese dinero no es mĆo. Quiero que para ustedes ese billete tambiĆ©n sea de cinco pesos”.
Temprano en la maƱana, mi padre le llevĆ³ el billete de veinte pesos al mĆ©dico, le explicĆ³ lo ocurrido y este, sorprendido por su correcta actuaciĆ³n, lo gratificĆ³ con cinco pesos mĆ”s.
Desde que me hice adulto y comencĆ© a trabajar, siempre llevo conmigo en un rinconcito de mi humilde cartera, un billete de 20 pesos, el cual me ha inspirado a actuar correctamente en toda mi carrera profesional, en todas mis actuaciones pĆŗblicas y privadas y a no hacer uso de lo que no me pertenece. Con la actitud asumida por mi padre queda demostrado, que en gran medida, la educaciĆ³n en valores, es la que se recibe en el hogar. Esta no se aprendeen las escuelas ni en universidades.
Debido a la gran inversiĆ³n de valores y a la descomposiciĆ³n moral que hoy arropa a una buena parte de nuestros jĆ³venes, a la sociedad y a la familia, con motivo de la partida fĆsica de mi padre el pasado viernes 22 de los corrientes, in memoriam a Ć©l, he querido compartir y dar a conocer este hermoso testimonio, pues las cosas positivas que contribuyen con la formaciĆ³n moral y espiritual, deben ser difundidas y promovidas.
Considero que durante el paso por nuestra vida terrenal, las buenas obras que podamos hacer son las que prevalecerĆ”n y por las que seremos recordados para siempre. De ahĆ que siempre debemos tratar de dejar grandes huellas, no cicatrices.
Muchas veces los padres somos responsables de los errores y de las malas actuaciones de nuestros hijos, pues les queremos ofrecer todo lo que no tuvimos (dinero, vehĆculos, tarjetas de crĆ©dito, viajes, vacaciones, clubes sociales), en cambio les negamos lo que sĆ tuvimos y los que nuestros padres nos inculcaron e impregnaron (amor, ternura, responsabilidad, honestidad, pulcritud, prudencia, persistencia y perseverancia; el respeto, humildad, sinceridad, no codiciar lo ajeno y cortesĆa).
¡Gracias papĆ” por el hermoso legado que nos dejaste. Nunca te olvidaremos!
Ex diputado al Congreso Nacional
Ex miembro titular de la CĆ”mara de Cuentas de la RepĆŗblica
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