La verdadera educaciĆ³n es la del hogar (in memoriam a mi padre)

alfredocruzpolanco@gmail.com

“Nadie se muere de verdad si queda en el mundo quien respete su memoria”. Juan Bosch

El autor de esta anĆ©cdota fue engendrado, criado y educado por un humilde conductor de carro pĆŗblico de la Ruta “A” de Santiago de Los Caballeros, el seƱor Pablo Cruz Cruz, que aunque muy pobre econĆ³micamente hablando, poseĆ­a una de las mayores riquezas: la responsabilidad de su rol de padre y cabeza de familia, asĆ­ como las virtudes morales que lo adornaban, entregĆ”ndose por completo a la formaciĆ³n moral, espiritual y profesional de cada uno de sus ocho hijos, transmitiĆ©ndonos siempre los sanos principios y valores Ć©ticos
y morales.
Un dĆ­a muy de madrugada, siendo yo muy pequeƱo, mi padre despertĆ³ a mi hermano RenĆ© y a mĆ­, con un billete de veinte pesos en las manos y a seguidas nos preguntĆ³: ¿de cuĆ”nto es este billete? Los dos de inmediato contestamos: ¡de veinte pesos papĆ”! ¡No!, respondiĆ³ Ć©l.
“Este billete aunque exprese que es de veinte, para mĆ­ es de cinco pesos”. Nosotros, como niƱos ingenuos, nos quedamos sorprendidos y anonadados, sin entender lo que sucedĆ­a.
“Anoche le hice un servicio a un mĆ©dico y Ć©l, en vez de darme cinco pesos, en medio de la obscuridad, me entregĆ³ veinte pesos. Yo tengo que llevarle la parte que no me corresponde, porque ese dinero no es mĆ­o. Quiero que para ustedes ese billete tambiĆ©n sea de cinco pesos”.
Temprano en la maƱana, mi padre le llevĆ³ el billete de veinte pesos al mĆ©dico, le explicĆ³ lo ocurrido y este, sorprendido por su correcta actuaciĆ³n, lo gratificĆ³ con cinco pesos mĆ”s.
Desde que me hice adulto y comencĆ© a trabajar, siempre llevo conmigo en un rinconcito de mi humilde cartera, un billete de 20 pesos, el cual me ha inspirado a actuar correctamente en toda mi carrera profesional, en todas mis actuaciones pĆŗblicas y privadas y a no hacer uso de lo que no me pertenece. Con la actitud asumida por mi padre queda demostrado, que en gran medida, la educaciĆ³n en valores, es la que se recibe en el hogar. Esta no se aprendeen las escuelas ni en universidades.
Debido a la gran inversiĆ³n de valores y a la descomposiciĆ³n moral que hoy arropa a una buena parte de nuestros jĆ³venes, a la sociedad y a la familia, con motivo de la partida fĆ­sica de mi padre el pasado viernes 22 de los corrientes, in memoriam a Ć©l, he querido compartir y dar a conocer este hermoso testimonio, pues las cosas positivas que contribuyen con la formaciĆ³n moral y espiritual, deben ser difundidas y promovidas.
Considero que durante el paso por nuestra vida terrenal, las buenas obras que podamos hacer son las que prevalecerƔn y por las que seremos recordados para siempre. De ahƭ que siempre debemos tratar de dejar grandes huellas, no cicatrices.
Muchas veces los padres somos responsables de los errores y de las malas actuaciones de nuestros hijos, pues les queremos ofrecer todo lo que no tuvimos (dinero, vehƭculos, tarjetas de crƩdito, viajes, vacaciones, clubes sociales), en cambio les negamos lo que sƭ tuvimos y los que nuestros padres nos inculcaron e impregnaron (amor, ternura, responsabilidad, honestidad, pulcritud, prudencia, persistencia y perseverancia; el respeto, humildad, sinceridad, no codiciar lo ajeno y cortesƭa).
¡Gracias papĆ” por el hermoso legado que nos dejaste. Nunca te olvidaremos!
El autor es Contador PĆŗblico Autorizado
Ex diputado al Congreso Nacional

Ex miembro titular de la CĆ”mara de Cuentas de la RepĆŗblica

Publicar un comentario

0 Comentarios