
De La incapacidad y miopÃa para saber jerarquizar las contradicciones en agrupaciones sin rumbos ideológicos y programáticos, resultan todos estos escarceos legales que al final, sólo servirá para parir una ley enjaulada a intereses de la mayorÃa legislativa que se logre.
Un paÃs con carencia de liderazgo polÃtico, sin deslinde ideológico y conceptual, que alimenta la dispersión y contribuye al individualismo y el oportunismo, no puede esperar una ley que satisfaga mÃnimamente las expectativas de la sociedad.
La calidad del activista polÃtico está muy disminuida; ayer para ser dirigente y candidato era obligatorio hacer carrera y agotar un proceso que escalonadamente lo categorizaba. Hoy, la abyección, la intriga, la lisonja y el dinero han sustituido el merito y la lealtad de los actores partidarios. Un buen padrino o una buena cartera arruinan años de entrega y sacrificio.
Con la salida de Rafael Leónidas Trujillo del escenario polÃtico nacional, se inaugura una época fértil para nuevos liderazgos, donde la primera etapa estuvo caracterizada por la confrontación que, en solo cuatro años, produjo el golpe de estado al primer gobierno democrático, el alzamiento armado de Manolo Tavares justo y el 14 de junio, la guerra de abril del 1965 y la instalación del régimen de 12 años de JoaquÃn Balaguer.
En ese momento histórico descollaron importantes figuras polÃticas, tanto del ala conservadora y liberal, como de la izquierda revolucionaria y patriótica del paÃs.
Juan Bosch, JoaquÃn Balaguer y José Francisco Peña Gómez, son los más aventajados de ese estadio polÃtico, pues personalizaron liderazgos hasta hoy insuperados.
El paÃs esta sin lÃder de esa estatura, de esa dimensión.
La nación vive un tránsito prolongado en la construcción de un nuevo modelo y tipo de liderato polÃtico.
El proyecto que se discute debe ser un instrumento que haga atractiva la actividad polÃtica, que entusiasme a la juventud y a los sectores hasta ahora ajenos a ella; que sirva para democratizar las agrupaciones polÃticas, y sea garantista de los derechos fundamentales de la militancia y dirigencia de los partidos.
Se pretende legislar una ley sin admitir que el modelo de partido prohijado por los tres grandes lÃderes, ya no existe, colapso hace mucho tiempo.
Primarias abiertas o cerradas, es una discusión bizantina, que busca desviar la atención a los temas nodales del proyecto.
De nada servirÃa la ley, sino se legisla para una primavera de decencia, que ayude a la construcción de un nuevo tipo partido, con innovado método y estilo de dirección, donde impere la democracia, el respeto y la lucha por el bien común.
La ley debe ser un instrumento para combatir el desdoblamiento que exhiben muchos actores polÃticos; un freno al transfuguismo que asquea y a la movilidad perversa que roba espacio y lastima moralmente todo.
Partidos polÃticos débiles, se traduce en instituciones públicas frágiles; peores diputados, senadores, alcaldes y regidores…
La ley de partido tiene y debe ser un muro de contención que impida el paso de lodos cloacales, de pus, de lumpenpoliticodominicano y vividores vulgares de la polÃtica.
Los apuros y entramados estratégicos del 2020, tienen a muchas gentes rápidas, queriendo festinar un proyecto viejo, cansado, desenfocado… con el ritual de “sabias opiniones de eruditos’ capaces de bailar merengue, salsa y bolero a la vez.
El autor es abogado y dirigente nacional del PRD
Reside en San Cristóbal
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