
Ese mismo dĆa, una dama visitaba una oficina vecina a la nuestra, al momento de retirarse con su bebe de no mĆ”s de tres aƱos, el infante se negaba entregar a la madre un vaso desechable donde habĆa tomado agua, insistĆa que Ć©l lo depositaria en el zafacón, por lo que indicamos donde habĆa uno y presuroso satisfizo su inquebrantable decisión.
En una exagerada osadĆa abordamos a la seƱora, con mucha cautela explicamos lo incorrecto que es lanzar desperdicios en calles y aceras…ella nos escucho muy callada, y asintiendo con la cabeza, procedió a recoger los vasos, fundas y servilletas para llevarlos al zafacón, que tampoco habĆa en las inmediaciones.
Mientras el niƱo depositaba el vaso en el lugar adecuado, la madre nos decĆa: ese niƱo es muy parecido a su padre, ordenado y correcto.
Nuestra generación creció viendo a nuestras madres preocupadas en barrer el frente de la casa, era costumbre, habito, cultura de higiene y limpieza, y que abrazadas a esa tradición, muy pocas familias aun practican.
Eso es pasado. Recordar con nostalgia es bonito. La ciudad es otra. Hace mucho que ese tipo de ciudadano y vecino desapareció. Nuestra realidad es una y sobre esa verdad tenemos la obligación de educar y dar buen ejemplo que ayude a construir un munĆcipe distinto, con vocación al aseo urbano y organización de la ciudad.
Ir hacia las escuelas, los barrios, las congregaciones religiosas, las universidades, los clubes, los gremios profesionales, las juntas de vecinos, los partidos, asà como los sindicatos, las fundaciones, los grupos sociales y las agrupaciones empresariales, es la ruta mas idónea para erigir un nuevo sentido de vecindad.
Es habitual encontrarse con profesionales infringiendo las normas, verlos lanzar botellas de agua, vasos, platos, fundas con basuras y cuantas cosas les parezcan desde vehĆculos en marcha…habla muy claro hacia donde debe llegar el esfuerzo de educar y orientar en la tierra del perĆnclito, doctor, generalĆsimo, benefactor y padre de la patria nueva….
Los rectores de una ciudad cosmopolita estĆ”n obligados a tomar decisiones valientes, heroicas, sin pensar en los certĆ”menes electorales venideros, ni mucho menos en sectores distantes al respeto; adecentar y organizar resulta desagradable para una minorĆa que vive del caos; el progreso y avance de San Cristóbal no puede ni debe estar supeditado a particularidades y protagonismos absurdos, ni siquiera a la indiferencia y el nada me importa de una evidente mayorĆa ajena a nuestros orĆgenes, tradiciones e identidad como pueblo.
El San Cristóbal de hoy no es el de ayer, ni lo serÔ jamÔs, pues la rueda sigue girando, pero debemos trabajar para que su giro tenga carÔcter evolutivo, no involutivo como hasta ahora sucede.
Articular un plan de educación ciudadana que involucre a todos los sectores, al maestro en la escuela, al cura en la misa, al pastor en el culto, en las reuniones de entidades y al entrenador deportivo en el inicio de cada prÔctica, aplicar con amor el programa que se adopte.
Dos minutos, sólo dos minutos para hablar de la importancia de la limpieza, es un buen tiempo que contribuirÔ significativamente a mejorar la calidad de vida del colectivo y nos encaminara hacia una de ciudad limpia y organizada.
Es el momento de salir de la encerrona histórica, del enjaulado destructor de nuestra identidad como pueblo, que conduce al sepulcro como sociedad y pone a los pensadores a escribir ingenuamente el panegĆrico.
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