Responsabilidad social de la Familia y La obligatoriedad de la EducaciĆ³n

El discurso del Presidente Danilo Medina llamĆ³ toda mi atenciĆ³n. Sus palabras desde el majestuoso salĆ³n de la Asamblea Nacional, renovaron las esperanzas de un humilde joven que sueƱa con un paĆ­s libre de analfabetismo y con una educaciĆ³n de calidad. Nunca habĆ­a estado tan en sintonĆ­a con las polĆ­ticas de estado, enhorabuena! Asumiendo la importancia dada por Medina a la educaciĆ³n, a nuestro entender, es importante establecer el carĆ”cter de obligatoriedad a la educaciĆ³n al menos hasta el nivel secundario en nuestro paĆ­s. SĆ© que encontraremos voces que nos dirĆ”n que las arbitrariedades no son buenas y que nadie puede obligar al otro a hacer lo que la ley no prohĆ­be, pero en definitiva pienso que una de las razones fundamentales que promueven grandes desigualdades sociales son la falta de educaciĆ³n y hacernos de la vista gorda. No hacer nada frente a este problemita significarĆ­a lo mismo que dar pie a que sigamos promoviendo el estado asistencialista o la estado-dependencia del pueblo, auspiciando de alguna manera el incremento de la delincuencia en todas nuestras comunidades. He de reconocer que encontraremos voces que opinarĆ”n que no necesariamente todo aquel que no estudia delinque, y coincido con ellos. Tenemos los casos de familias pobres que no tuvieron la oportunidad de lograr ningĆŗn grado de escolaridad y viven de la agricultura u otro oficio, con el sudor de su frente y sin tener que delinquir, pero lo que nadie puede negar es que son mĆ”s los casos en que la situaciĆ³n si responde a esa condiciĆ³n. Entiendo por ello que es pertinente y hasta prudente establecer polĆ­ticas que orienten a todo un pueblo y concienticen respecto a la importancia de la educaciĆ³n, lo que significa esta para lograr el verdadero progreso de las sociedades, para salir de la pobreza extrema y su importancia para alcanzar al menos mayores y mejores oportunidades, pero en lo que esto llega, en lo que se logra, se hace necesaria la obligatoriedad de la presencia del niƱo y el joven en los planteles escolares. En el campo o en nuestros barrios marginados de todo el paĆ­s vemos como padres educan sus hijos hacia el inmediatismo de sus dĆ­as, traspasando su animadversiĆ³n a los estudios a sus hijos y allegados, colocando como prioridad llevar el sustento a casa y dejando de lado el abanico de oportunidades que pudiera abrir a nuevas generaciones de familia la inserciĆ³n de estos a la escuela, les colocan el sello del fracaso social y les condenan a vivir y a perpetuar el circulo de la pobreza. Como Estado, creo que estamos obligados a implementar programas de educaciĆ³n especial y de nivelaciĆ³n para esos adultos, simultĆ”neamente al de concienciaciĆ³n, sembrar en ellos el sentido de la importancia de lograr grados de escolaridad, al menos bĆ”sicos en sus futuras generaciones y en ellos mismos, nunca es tarde para aprender, las butacas de la escuela no evalĆŗan edad, sino desempeƱo. Hay que obligarlos a ser responsables con sus hijos y con la sociedad misma. Combatir y erradicar el analfabetismo no es responsabilidad Ćŗnica y exclusivamente del Gobierno. Es tambiĆ©n responsabilidad de la sociedad y la educaciĆ³n no debe verse como un derecho, sino como un deber de cada ciudadano. Tenemos que emplearnos a fondo para concienciar a la gente de la importancia de educarnos, pero en lo que logramos esos niveles de conciencia, la obligatoriedad es una necesidad. Amaury Reyna Liberato

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