CAMBITA ES UNA SOCIEDAD INCONCLUSA, A MEDIAS


Nos hemos quedado a medio camino. Miramos el progreso, los avances, las estridencias del tiempo, los millones de los aguacates, las novedades tecnológicas, hasta bicicletas de 50 mil pesos vemos en nuestras calles, pero seguimos a medio camino. Las individualidades avanzan, exhiben progresos y apariencias; pero la colectividad se ha estacionado a mitad de camino. El empuje decidido de la colectividad se secuestró en los
comentarios de las redes sociales y en los fines de semana pandémicos y coronaviralizados. La vida es gozo, prima en el subconsciente de la medianía espiritual que nos abate.
Las consecuencias son visibles y derivan en una inconclusión alarmante.
Las obras físicas del Gobierno no terminan ni las terminan ni hacemos que las terminen. Por doquier se ven las ruinas, porque llevan tanto tiempo de abandono en su construcción, que ya hoy son ruinas. No se terminan
porque la sociedad nuestra se quedó a medio camino. Habrá que inventar la lectura obligada del “Hombre mediocre” de José Ingenieros. Así se podrá superar la comodidad del medio camino. Pasar de la mediocracia a la meritocracia, a una sociedad conclusa que termina lo que inicia.
Mi queja mayor no es con las autoridades que han dejado esas obras inconclusas, mi queja mayor es con la sociedad cambitera que contempla cínicamente la debacle y no reacciona. Vemos que las cosas no se hacen
y no nos importa. Hablo de obras físicas fundamentales. Cuartel de la Policía, local de la Asociación Universitaria, Parroquia Sagrado Corazón de Jesús, escuela de la Boca de la Toma, Centro Tecnológico del Despacho de la Primera Dama (Cuando Margarita era Primera Dama), Paseo de los Indios, puente hacia San Francisco Cumía (no iniciado), escuela Pedro Domínguez para la Jornada Escolar Extendida (no iniciada), centro de atención integrada a la primera infancia (no iniciado), centro INDOTEL (abandonado en su operación), etcétera.
A la inconclusión se le agregaría las decenas de instituciones y grupos comunitarios que no funcionan. Son apariencias de las comunidades, que dependiendo del interés personal de los dirigentes se pronuncian en
determinados momentos. Tú ves que en las reuniones se autoproclaman como representantes de juntas de vecinos. “Yo, fulano de tal, represento a la junta de vecinos del barrio Sin Sabana”. Desde que se fundó es el
presidente de la esa de vecinos. Hay otra institución, ahora que pongo este ejemplo, que se autoproclama como representante de todas las juntas de vecinos, se erige en una asociación de JV sin que nadie le diera ese
mandato. Es parte de la mediocridad reinante.
Solo las alabanzas a Dios perduran en los centros religiosos de Cambita.
Las iglesias funcionan, cumplen sus objetivos y perduran a través de los tiempos. Para bien o para mal. Al decir “para bien o para mal” aclaro que lo digo porque en muchas ocasiones las organizaciones religiosas son
apáticas, no se interesan en las luchas de “las cosas de este mundo”, porque su reino pertenece a Otro mundo. No sé dónde meten el amor y la solidaridad con el Prójimo.
Esto es de preocupación. Nada tiene que ver con el Gobierno de turno ni con el Gobierno venidero. Los derechos se conquistan, se arrebatan, en una lucha decidida, con la unidad de todos y todas. Dejemos de
acomodarnos en “eso no me importa a mí”, “no lucharé por nadie ni nada”, porque tal actitud favorece y otorga licencia para que los dueños del poder continúen haciendo lo que saben hacer con nuestras necesidades y carencias.
Creo que las circunstancias son buenas para recuperar la esencia de la cambitería, que es la lucha abierta por sus derechos. Fuera nos conocen como revoltosos, quizás el adjetivo no es adecuado, sería mejor llamarnos
luchadores, porque la historia de lucha de Cambita es luminosa. Que se abra la puerta de la lucha tras el paso de las elecciones del cinco de julio, que es abrir y mostrar el Cambita concluso que anida en el corazón de
cada persona nacida en esta tierra.
Que así sea.

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