El Ministerio de Educación y los defensores de la ideologÃa de género han salido a la defensa de la controversial Orden Departamental No. 33-2019 bajo alegato de que la misma versa sobre el impulso de polÃticas curriculares para estimular una cultura de equidad de género. La orden es violatoria del artÃculo 63-2 de la constitución de la República, la cual pone a cargo de la familia “… la educación de sus integrantes y tiene derecho a escoger el tipo de educación de sus hijos menores”.
La defensa se hace como la equidad de género en los términos en que se conoce no fuera parte del universo que la envuelve, como si fuera posible explicarla fuera de su contexto, sin que en su fase operativa se recurra a la agenda LGBTIQ, pues después de todo, eso forma parte de la envoltura mágica de la palabra "equidad", o sea, el "respeto" por los "diferentes" que no respeta los demás. Es tan asÃ, que la propia resolución plantea entre sus objetivos "... contribuir con el proceso de desconstrucción de los estereotipos de género que permean la sociedad dominicana..." al tiempo que designa en calidad de asesores externos a entidades
reputadas como promotoras de la ideologÃa de género.
Nadie en su sano juicio obstruirÃa una polÃtica que fortalezca el respeto entre los géneros, incluso por la libertad que cada quien tiene de vivir su intimidad si sólo fuera eso, para ello nada es más efectivo que polÃticas que fomenten la familia y enseñar a distinguir entre el derecho a nuestra intimidad y el de los demás a no tener que aguantar que el contribuyente financie la obligación de tener que asumirla como
cultura general.
La familia y el respeto por sus fueros en la forjación de la educación de sus hijos debe ser sagrado, el Estado que se limite a su deber de fomentar su orientación hacia el desarrollo del potencial creativo de los individuos, de sus valores éticos, asà como su "acceso al conocimiento, a la ciencia, a la técnica y los demás bienes y valores de la cultura", como manda el Art. 63-1 de la constitución. El Ministerio de Educación, tal como sugiere la Conferencia del Episcopado, debe explicar sus pretensiones y no pretender, que poniendo la carne al cuidado del gato, la sociedad permita, pura y simplemente, que bajo palio amigable, se declare la guerra a sus valores y a la
integridad del núcleo familiar.
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