Bajándose del Tigre

EDUARDO SANZ LOVATÓN
Enero de 1960, John F. Kennedy juraba como el presidente número 35 de los Estados Unidos de América. El mundo vivía momentos tensos por la guerra fría entre las potencias nucleares que se disputaban la primacía de sus ideologías contrapuestas. La Unión Soviética (URSS) con sus ideales comunistas y socialistas y los Estados Unidos con sus teorías del libre mercado y el capitalismo. Con ese telón de fondo de un posible enfrentamiento, el Presidente Kennedy en su discurso inaugural usa la frase: -Los que se montan en la espalda de un tigre para disfrutar de su poder, deben tener muy en cuenta que no terminen dentro de ese mismo tigre-. Esa analogía usada como mensaje para los que se amparaban en poderes autocráticos para avanzar sus intereses políticos, se convirtió en la literatura política en una advertencia general a todo el que usa de un poder corrupto para mantenerse encima o en control de un Estado u organización. En este símil el tigre es la fuerza corrupta que permite a su jinete seguir navegando los hilos del poder. Esa situación se ha hecho frecuente en sociedades y países donde no existe una fibra institucional que sirva de freno a los desmanes de los detentadores del poder.
La República Dominicana, como antes ha pasado en otros países de la región, vive una de esas situaciones. El Partido de la Liberación Dominicana (PLD) acumula tanto poder institucional y lo ha hecho durante tanto tiempo que está montando encima de un verdadero tigre en su ejercicio del poder. Este animal feroz al que nos referimos es aquel donde se han roto hilos de gobernabilidad institucional, pues en nuestro país no existe una verdadera separación de poderes. La realidad de que el PLD, y más bien su cúpula, tiene una influencia determinante en los órganos diseñados para controlar según nuestra constitución al poder ejecutivo, hace de nuestra presidencia prácticamente una de ribetes monárquicos. Esos ribetes absolutistas, todavía revestidos de formalidades democráticas, con partidos de oposición activos y con organismos de la sociedad civil muy desafiantes, son un cultivo peligroso para el clima de sosiego que tiene que tener una sociedad que pretenda perseguir su desarrollo en paz.
Las deudas sociales de nuestro país son amplias. Estas deudas generan un justo encono en nuestra población. Enojo este que se ve amplificado por escándalos de corrupción de factura internacional que han desnudado la clase política dominicana y en especial a los últimos gobiernos del PLD. El rumor público y lo estrecho de los nexos sociales en la sociedad dominicana señalan un grupo de funcionarios de estos gobiernos del PLD como hacedores de grandes fortunas al amparo de las instituciones gubernamentales. En ausencia de una justicia con crédito ante la población, de poco sirven los descargos judiciales para generar aliciente en la ira popular. Por ende, la advertencia del presidente Kennedy les aplica a los funcionarios y dirigentes más alto del Estado dominicano en los gobiernos del PLD. ¿Pueden ellos sabedores de que están encima de un animal feroz, desmontarse tranquilamente del mismo? ¿Tienen estos principales dirigentes la madurez para abandonar el Estado sin generar sobresaltos? ¿Cómo pueden asegurar su tranquilidad de vuelta al mundo privado ya sin la fuerza que les da el cargo público?La historia de la transiciones democráticas en nuestro país desde el fallo histórico a favor de Balaguer para asegurarle mayoría en un Senado que le blindaría de las ejecutorias del gobierno de Antonio Guzmán en 1978 hasta la fecha, sirven de ejemplo de lo que les hablo. Sin embargo, esas transacciones se daban en otro tiempo, en otro clima internacional donde había preocupaciones ideológicas que primaban. Hoy ese no es el caso. Los ejemplos de Brasil, Ecuador, Perú, Panamá, donde ex gobernantes y ex funcionarios son hoy reos de una justicia nacional e internacional nos muestran el camino.
¿El gran reto que tiene el PLD es cómo puedes abandonar el poder? Las mentes sensatas en ese partido, que existen, saben que todo este poder los destruye. Desmerita sus obras y terminaría por sepultar el legado que podrían tener y hasta recuperar en escenarios futuros. El cambio político en este país ya no está en duda, vendrá, es cuestión de saber cuándo y dirigido por quién. Los que estamos en la oposición tenemos el gran reto de acelerarlo, de dirigirlo y de hacer del mismo no sólo una oportunidad sino un gran catalizador de una sociedad con más oportunidades. Debemos nosotros los opositores, velar bien de cerca la relación del PLD y el tigre, pues si ellos no quieren desmontarse, deberemos forzarlos. Lo que queda de mejor en el PLD debe buscar la manera de bajarse del tigre sin un cataclismo para esta sociedad.  

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