EL SUEÑO OTANISTA Y ANTIBOLIVARIANO DEL GOBIERNO COLOMBIANO


Santo Domingo, República Dominicana.-Las naciones latinoamericanas conocieron, recientemente, de  los intentos del gobierno colombiano, que preside Juan Manuel Santos, de protagonizar un acercamiento paulatino a la Organización del Atlántico Norte (OTAN), instrumento guerrerista y agresor, por excelencia, al servicio de los intereses hegemónicos de Estados Unidos y los gobiernos europeos.

Según fuentes oficiales del gobierno colombiano, se trata de “asociarse”, de alguna manera, a esa poderosa maquinaria guerrerista, surgida en 1949, supuestamente para enfrentar “la expansión de la URSS y el socialismo”, pero, que 24 años después de la caída del Muro de Berlín y 22 de la desaparición de la propia URSS, lejos de desarmarse, ha continuado expandiéndose y desplegando fuerzas militares invasoras en diversas regiones del planeta.

A pesar de las declaraciones tranquilizadoras de la OTAN y del propio gobierno colombiano ante la unánime repulsa de los pueblos y gobiernos del continente, pocos han creído que se tratase de la formulación de un mero deseo o aspiración, sino de un bien pensado programa imperialista para propiciar la división de la región, poner freno a sus avances integracionistas, intentar revertir los procesos democratizadores, alternativos y de justicia social en marcha, y tener una punta de lanza “local” en una zona que ya no acata, servilmente, los dictados de Washington.

El solo intento de sondear a la opinión pública en este tema, uno de los objetivos de las “ingenuas” declaraciones del gobierno colombiano, es ya fuente de profunda preocupación, pues evidencia un grado de concertación entre Estados Unidos, la OTAN y Colombia, de espaldas al resto de las naciones del continente y enfilado en su contra, que puede indicar que existen intercambios y concertaciones secretas en marcha y que se seguirá avanzando hacia el objetivo deseado.

Con este paso aventurero, que cuenta con la bendición, el aliento y el apoyo norteamericano, el gobierno colombiano podría abrir las puertas a la presencia de fuerza militares extranjeras en su territorio, en violación, ya no del proyecto bolivariano de independencia, soberanía y libertad, por el que tantos colombianos dieron la vida junto a sus hermanos del resto de América, sino, incluso, de la Carta de la OEA, del Tratado Interamericano de Defensa Recíproca (TIAR) y de la imperialista Doctrina Monroe, que declaraba al hemisferio vedado para la presencia de las potencias europeas.

 Es obvio que, cuando se ven amenazados los intereses esenciales imperialistas y debilitado sus tradicionales mecanismos de dominación continental, no hay límites para intentar reducir  a la obediencia a los pueblos rebeldes, incluyendo estas acciones que constituyen, sin duda, un crimen de lesa patria.

El gobierno y la oligarquía colombiana, empeñados en una guerra sin cuartel contra una parte de su propio pueblo, en la que se han aliado y colaborado militarmente con el imperialismo norteamericano y el sionismo, pretenden ahora sumar otras fuerzas militares a su favor, no importa si con ello se sitúan fuera de las corrientes predominantes de cambios en América Latina, y peor, aún, en su contra.

De “asociarse” Colombia a la OTAN y producirse una crisis como la que tuvo lugar en 1982, alrededor de la soberanía de las Islas Malvinas, ¿de qué lado estarían las fuerza militares colombianas? ¿Del de sus hermanos de sueños, luchas e historia, o del de las fuerzas oscuras y retrógradas del colonialismo, el imperialismo y el expansionismo?

 ¿Con Bolívar o contra Bolívar?

Ese, y no otro, es el significado profundo del extemporáneo y anacrónico sueño otanista del gobierno colombiano y de los imperialismos aliados que lo impulsan.

 Contra ese retorno al pasado de oprobio es que se han levantado, unánimemente, los pueblos y gobiernos latinoamericanos.

Es menester seguir alertas?


  Miguel Mejía,
Secretario General 

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