Por:
Diana Sánchez
José Rafael Lantigua (Moca, 17 de septiembre de 1948 – Santo Domingo, 5 de agosto de 2025) fue uno de los intelectuales más influyentes de la República Dominicana. Escritor, periodista, gestor cultural y primer ministro de Cultura del país, dedicó más de cinco décadas a la promoción de las letras, el pensamiento crítico y la identidad cultural.
Licenciado en Letras por la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, inició su carrera periodística en los años setenta y se consolidó como referente al dirigir, durante más de veinte años, el suplemento literario Biblioteca en Última Hora y Listín Diario, espacio clave para difundir la literatura dominicana e hispanoamericana. Su visión de democratizar el acceso a la cultura lo llevó a transformar la Feria Nacional del Libro en la Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, sumando ediciones regionales y acercando las letras a todo el país.
Como ministro de Cultura (2004-2008) fortaleció las instituciones culturales, impulsó políticas públicas que trascendieron su gestión y consolidó un marco más sólido para el desarrollo de las artes y el patrimonio. Su trabajo fue reconocido con numerosos premios y distinciones, entre ellos el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Nacional de Periodismo del Club de Prensa Extranjera y el Premio de la Academia Dominicana de la Lengua.
Miembro numerario de la Academia Dominicana de la Lengua, ocupó la silla “A” y dejó un valioso legado bibliográfico con más de veinte títulos entre ensayos, biografías, poesía y memorias. Libros como La conjura del tiempo, El oficio de la palabra y Buscando tiempo para leer son testimonio de su compromiso con el pensamiento y la creatividad.
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Tras su paso por el Ministerio, continuó activo como director del Centro de Estudios de la Cultura y de la revista Global en Funglode, desde donde siguió impulsando debates y proyectos para el desarrollo cultural del país.
José Rafael Lantigua partió físicamente el 5 de agosto de 2025, pero su huella permanece en las instituciones que fortaleció, en las políticas culturales que abrió y en cada lector que encuentra en sus páginas una ventana al conocimiento y al amor por la palabra. Su vida fue un manifiesto vivo de que la cultura no es un lujo, sino el alma misma de la nación.

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