23
de septiembre de 2014
José Martí, Apóstol
de la Independencia de Cuba, dijo de nuestro “Padre de la Patria”, Ramón
Emeterio Betances, que era un luchador
“piafante bajo la injusticia, organizador bajo la colonia, sereno bajo el
destierro, piadoso bajo la amargura”. Por su parte, nuestro Maestro Eugenio
María de Hostos, en su escrito Recuerdos
de Betances, se refirió a él de la
siguiente manera:
“Es verdad que su muerte comenzó con su desilusión, y que su desilusión
comenzó de antiguo, cuando me escribía desesperado que no había que contar para
nada con una revolución de independencia en Puerto Rico. Pero su alma entera
estaba tan impresa en sus deseos de una patria independiente, que apenas perdía
la ilusión la rescataba, y apenas desechaba una esperanza volvía a ella.
Era como son los enfermos
del ideal: entran a la vida como a un desierto; están en la vida como en un mar
sin playas; salen de la vida como naves, como nubes, como sombras.”
En Betances, como también en Eugenio
María de Hostos y Luperón es común encontrar el porvenir de las Antillas en la dimensión
de una “confederación de la Antillas unidas”, en referencia a Puerto Rico,
República Dominicana, Haití y Cuba. Se
trata de una idea que también fue parte del ideario político martiano, expuesta
desde la fundación del Partido Revolucionario Cubano, y consignadas en el
Artículo 1 de sus Bases Constitutivas el
5 de enero de 1892, al decir que dicho partido se constituía para lograr la independencia absoluta de la Isla de
Cuba, y fomentar y auxiliar la de Puerto Rico. Para Luperón, Martí,
Betances y Hostos, la idea de la unidad de las Antillas en un todo político, no
sólo fue el punto de partida en una visión integradora de la lucha contra la
dominación española y por la independencia; sino además, una necesidad
apremiante para el futuro desarrollo económico, político y social como elemento
nivelador de las Antillas entre Estados Unidos y América Latina.
Es ese fiel de la balanza del cual nos hablan
Hostos y Martí, y que en palabras de Marcos Reyes Dávila, Director de la
Revista Exégesis al referirse a
Hostos, lo señala como la expresión con la cual distingue y separa el norte anglosajón, el sur latino, y las antillas,
punto medio, frontera de encuentro, de las dos grandes masas continentales,
lo que representa el punto de encuentro y punto de partida en la formulación de
una propuesta que mantiene hoy día la misma vigencia de antes.
De Martí valga recordar sus
expresiones en diferentes momentos, especialmente en el periódico Patria,
al señalarnos que estas Antillas “han de sostenerse juntas, o juntas han de
desaparecer, en el recuento de los pueblos libres.” Similar expresión suya la
encontraremos al indicar:
“[L]as
tres Antillas que han de salvarse juntas o juntas perecer, las tres vigías de
la América hospitalaria y durable, las tres hermanas que de siglos atrás se
vienen cambiando los hijos y enviándose libertadores, las tres islas abrazadas
de Cuba, Puerto Rico y Santo Domingo”.
Así también, recordemos, su llamado
integrador de las Antillas de alcanzar con sangre y cariño por debajo de la
mar, lo que por encima de la mar hace la cordillera andina con sus pueblos,
fundirlos en uno solo.
No es por casualidad que con el apoyo
de la República Dominicana ya independiente, los movimientos independentistas
cubanos y puertorriqueños que ya venían gestándose desde comienzos del siglo
19, la lucha independentista tomara fuerza en las dos islas, principalmente en
Cuba. En Puerto Rico, el principal brote independentista tomó forma en el Grito
de Lares de 23 de septiembre de 1868, mientras en Cuba, el llamado a la lucha
insurreccional, daría fruto a partir del Grito de Yara de 10 de octubre de
1868. En nuestro caso particular, los antecedentes del Grito de Lares se
ecuentran estechamente vinculados con lazos de sangre y apoyo material por
parte del pueblo dominicano. De más está recorder los vínculos de sangre
existentes entre Ramón Emeterio Betances y Eugenio María de Hostos con sus
familiares dominicanos.
Hacia 1866-67 se estructuró la llamada
“Junta Informativa de Madrid” donde comisionados puertorriqueños fueron electos y donde se elaboraron sus peticiones a España. En noviembre de 1867
Betances lanza desde Saint Thomas su Proclama independentista titulada Diez
Mandamientos de los Hombres Libres en la cual demanda lo siguiente: 1)
Abolición de la esclavitud; 2) Derecho a votar todos los impuestos; 3) Libertad
de culto; 4) Libertad de palabra; 5) Libertad de imprenta; 6) Libertad de
comercio; 7) Derecho de reunión; 8) Derecho de poseer armas; 9) Inviolabilidad
del ciudadano; 10) Derecho de elegir nuestras autoridades.
Desde su regreso a
Puerto Rico en 1860, Betances se había integrado a trabajar en su profesión de
médico a la par que junto a su amigo y compañero de lucha Segundo Ruiz Belvis
vinculan su quehacer abolicionista con la lucha por la independencia. Carlos N.
Carreras, uno de los biógrafos, nos dice
en su libro El Antillano proscrito,
lo siguiente:
“Betances y Ruiz Belvis activaban la
propaganda abolicionista . Pero tras la
idea de libertar al esclavo, Betances concibe la idea de libertar la Patria, y
tras la liberación de la Patria, la liberación de las Antillas, para hacer la
Confederación Antillana. Así las Antillas serían fuertes; todas en una para el
goce del derecho y la libertad; una e indivisible para imponer su
respeto al mundo entero.”
El 6 de enero de
1868, estando Betances en Santo Domingo, junto con los dominicanos Ramón Mella,
el padre Fernando de Meriño y los puertorriqueños Carlos E. Lacroix y Mariano
Ruiz Quiñones, hermano de Segundo Ruiz Belvis, se funda el Comité
Revolucionario de Puerto Rico. También formaron parte del Comité, José
Francisco Basora quien estaba en Nueva York y José de Celis Aguilera.
El 10 de enero, el Comité aprueba su Constitución consignando en ella la
consigna de Simón Bolívar: ¨¡Unión! ¡Unión! O la anarquía os devorará.¨
Siguiendo el esquema organizativo de la masonería patriótica, el Comité
Revolucionario procede a organizar a los puertorriqueños en Juntas o sociedades
secretas en múltiples pueblos de Puerto Rico. Desde el exterior, Betances
establecía sus contactos y mantenía abundante correspondencia con el país,
donde no faltaron sus decepciones con aquellos que debiendo responder al
llamado patriótico, no lo hacían.
Encontrándose en Santo
Domingo y estando perseguido por el presidente Buenaventura Báez, evita su
deportación a Puerto Rico asilándose en el consulado de Estados Unidos para
luego trasladarse a Curacao y desde allí continuar su labor organizativa
insurreccional.
Entre los meses de julio
y agosto, los planes insurreccionales comienzan a tomar forma concreta siendo
los lugares de mayor actividad independentista los pueblos de Mayagüez, Lares,
San Sebastián y Camuy.
El
19 de septiembre en horas de la noche un capitán de milicias de Quebradillas
escucha en la ruta de dicho pueblo hacia Camuy una conversación entre dos
jinetes que se entrecruzan en un camino. Estos discutían los planes
insurreccionales ya próximos a llevarse a cabo. Habiendo informado al día
siguiente el militar a sus superiores en el Distrito Militar de Arecibo, se
ponen en marcha los planes defensivos de las autoridades españolas. Con el
inicio de la detenciones, los revolucionarios optan por la ofensiva
organizándose en las inmediaciones de Lares desde donde se lanzan a la captura
del pueblo. Tras los combates librados se produce la proclama y constitución
del Gobierno Revolucionario. En su primer Decreto, el Gobierno Revolucionario
decretó la emancipación de los esclavos.
Al día siguiente los
insurrectos de dirigen a San Sebastián donde ya se encuentran acuertaladas las
tropas españolas. Tras los combates son derrotados. Aquellos que no fueron
capturados se internan en las montañas del área desde donde continuan su lucha
hasta que el 27 de octubre los últimos combatientes fueran capturados. En la
investigación hecha por las autoridades españolas, se documenta en 545 los
implicados. Además de los caídos en acción, 79 murieron en prisión antes de
decretarse una amnistía el 25 de enero de 1869.
Betances mismo, al
referirse a los sucesos por él organizados publicaría en el periódico Patria
el 25 de agosto de 1894 su valoración histórica sobre los sucesos, al indicar:
“No saben los que juzgan
con desdén nuestra revolución de Lares, los peligros que costó ese movimiento,
ni lo que con él se hizo, ni los resultados que se han obtenido, ni las penas,
los dolores, las muertes, los lutos que siguieron; ni lo que sufren los
proscritos, ni el reconocimiento que se les debe. Pero el mundo está plagado de
ingratitudes, y los desdeñosos se olvidan de que ese acto revolucionario es
precisamente el esfuerzo más alto de dignidad que se ha realizado en Puerto
Rico en cuatro siglos, de la más oprobiosa servidumbre, inscribiendo en su
bandera la abolición de la esclavitud y la independencia de la Isla.
¡Ah no se me haga
recordar tanto dolores, esfuerzos tantos para que haya quien pretenda
desconocer esa gran obra redentora. Pero ella fue la honra del pueblo, de todo
el pueblo borinqueño; que todo el que fue conspirador y sufrió por la patria
futura y por la libertad de hoy.
¡Venga el día sagrado de
la revolución de las Antillas españolas y moriré satisfecho!”
Se dice que luego del fallido Grito de Lares comenzó a escuharse una
copla en los cafetales puertorriqueños que decía. ¨El Grito de Lares de ha de
repetir, y todos sabremos vencer o morir.¨ Y es que si bien el Grito de Lares
desde el punto de vista militar no fue una victoria de los insurrectos, sí lo
fue desde otros puntos de vista en tanto en cuanto precipitó la abolición
eventual del oprovioso régimen de la libreta, aceleró la lucha por la abolición
de la esclavitud, ocurrida siete años después, y abrió paso a diversas reformas
políticas en el país de las cuales resultaron usufructuarios los sectores
automistas, que vieron consumado su proyecto, primero en la fundación del
Partido Autonimista en 1887 y más adelante, en 1897, con la Carta Autonómica
Esa copla tuvo su
expresión en Yauco en 1897, en Ciales en 1898, en aquellos que siguiendo el
llamado de Ramón Emeterio Betances a rebelarnos, enfrentaron desde una
perspectiva nacional la Invasión de 1898; en aquellos que durante los años
duros de la década de 1930 enfrentaron el régimen de opresión imperialista en
Puerto Rico siendo masacrados en las calles de Río Piedras, Utuado y Ponce; en
aquellos que supieron proclamar al mundo en 1950 la vocación de libertad e
independencia nacional del pueblo puertorriqueño en Jayuya, San Juan, Peñuelas,
Arecibo, Naranjito, Ponce, Mayagüez y Washington; de parte de aquellos que en
1954 visitaron el Congreso de Estados Unidos para proclamar, una vez más, el
derecho de nuestro pueblo a su libre determinación e independencia; de aquellas
decenas de mártires, prisioneros políticos y de guerra que han ofrendado su
libertad en aras de la independencia nacional de Puerto Rico y han cumplido y
cumplen largas sentencias de prisión por su lucha en la defensa del derecho de
nuestro pueblo a su libertad e independencia; y claro está, aquellos y aquellas
que desde el clandestinaje, en forma anónima o reconocida, han hecho valer y
hacen valer el derecho del pueblo, como nos dice la copla de los cafetales, a
“vencer o morir”.
En otro 23 de septiembre,
hace hoy nueve años, mientras conmemorábamos un aniversario más del Grito de
Lares, escuchábamos en la Plaza de la Revolución el mensaje grabado que desde
la clandestinidad hiciera llegar el revolucionario puertorriqueño Filberto
Ojeda Ríos al pueblo patriota. En esos precisos momentos, el Negociado Federal
de Investigaciones conocido como FBI, llevaba a cabo una operación cuasi
militar en el lugar donde se encontraba residiendo el patriota puertorriqueño.
Filiberto, que en más de una ocasión logró burlar la cacería sobre su persona
de las autoridades del gobierno de Puerto Rico y Estados Unidos, era herido de
gravedad dentro de su casa por disparos
hechos por uno de los francotiradores estadounidese traídos a Puerto
Rico para dicho operativo. Lejos de propiciar la atención médica a un herido en
combate, las fuerzas estadounidenses impidieron todo acceso al interior de la
residencia, incluyendo la ayuda médica que pudo evitar su muerte. Prefirieron,
en su perversidad, que poco a poco se desangrara hasta fallecer.
Filiberto Ojeda Ríos,
como lo fue antes Pedro Albizu Campos, Juan Antonio Corretjer Montes y tantas
otras decenas de hombres y mujeres patriotas a lo largo de nuestra historia,
murió como vivió, en lucha y combate contra el imperialismo; en lucha y combate
por la independencia de su patria.
A lo largo de nuestra
historia, desde el Grito de Lares a esta fecha, no ha habido un solo momento en
la historia en la cual el ideal de independencia no haya sido reivindicado por distintos
sectores de nuestro pueblo. De hecho, de acuerdo con Don Germán Delgado Passapera,
en su libro, Puerto Rico: sus luchas
empancipadoras, el primer registro de un reclamo de independencia de Puerto Rico se
remonta a 1795 cuando comenzaron a circular en el país monedas a las cuales se
les habían acuñado consignas ¨separatistas.¨ Desde entonces y hasta el
presente, el reclamo de independencia, repetimos, ha sido uno constante en
nuestro desarrollo politico.
Igualmente, podemos decir
que en el siglo 20 y lo que va del siglo 21, quizás con la excepción de la
década de 1920, no ha habido un solo año en que en nuestro país, haya dejado de
haber prisioneros politicos independentistas como resultado de su lucha por la
independencia. Los prisioneros y prisioneras politicos han ofrendado su
libertad en sus acciones tanto en Puerto Rico como en los Estados Unidos.
Uno de esos patriotas que
han dedicado su vida a vencer o morir, como decía la copla cantada en los
cafetales luego del Grito de Lares, es Oscar López Rivera. Oscar es hoy el
prisionero politico puertorriqueño que más años ha padecido prisión como
resultado de su lucha por la independencia patria. Oscar, natural precisamente
del pueblo donde hace 146 años, los independentistas que participaron el Grito
de Lares fueran militarmente derrotados por tropas españolas, San Sebastián del
Pepino, es hoy el faro de luz desde donde se afirma la patria en lucha por
nuestra idependencia.
¿Quién es Oscar López Rivera? ¿Por qué este ser humano
representa hoy la voluntad de lucha del pueblo puertorriqueño por su libertad,
el rescate de su soberanía y su independencia nacional? Permítanme compartir
con ustedes esta tarde algunos datos.
El pasado 29 de mayo se cumplieron 33 años de prisión Oscar López
Rivera, uno de los prisioneros políticos más antiguo del Hemisferio, quien
continúa extinguiendo dos sentencias que en conjunto suman 70 años de cárcel.
Oscar no cumple condenas por delito de sangre, Oscar no cumple condenas por
delitos contra la persona. Oscar cumple sentencias, condenado por un tribunal
estadounidense por el delito de conspiración sediciosa. En el caso de Oscar, su
delito es haberse planteado ejercer el derecho que tiene todo ciudadano en todo
país intervenido y ocupado por alcanzar, por aquellos medios a su alcance, el
ideal patrio de la independencia y la soberanía. En el contexto colonial de
Puerto Rico, alcanzar tal ideal como combatiente anti colonial, suponía echar
abajo las instituciones que sobre su país ejerce Estados Unidos. En el caso
particular de Oscar, su espacio de acción fue el lugar donde creció y se desarrolló
como adulto una vez su familia emigró hacia Estados Unidos, la ciudad de
Chicago.
Nacido en 1943, a los 11
años su familia se trasladó a residir a Chicago. Le llevó a esta ciudad, las
mismas razones por las cuales decenas de miles de famlias puertorriqueñas en
aquella década y más adelante emigrarían a ciudades como Nueva York,
Filadelfia, Boston, Hartford y tantas otras, en busca del empleo que no
encontraban su su patria.
Durante la primera mitad de la década de 1960 y al calor de Guerra de Vietnam,
bajo la ley estadounidense del Servicio Militar Obligatorio, Oscar fue llamado
al servicio militar y más adelante, desplazado hacia las selvas de este heróico
país como soldado. Allí cumplió Oscar un año de servicio militar en zonas de
combate donde se distinguió por su coraje y valentía logrando rescatar varios
de sus compañeros heridos en acción, por lo que recibió la distinción militar
de Estrella de Bronce por herorísmo.
Terminada su estadía en Vietnam, a su regreso a Chicago Oscar se integró
muy pronto a las luchas de su comunidad en defensa y afirmación de los derechos
de los puertorriqueños combatiendo el discrimen racial, la marginación y el
clientelismo de aquellos que aspiraban a enriquecerse a costa de la miseria
humana. Allí radicalizó su pensamiento político y ahondó su conciencia social. Así
Oscar, tornando en acción diaria la lucha por su comunidad, por su gente y por
la libertad de Puerto Rico, tomó su decisión. Junto a otros compañeros y compañeras
se integró a la lucha organizada en lo que alguien llamó alguna vez ¨la
retaguardia de nuestro pueblo¨, para así, desde las propias entrañas del
monstruo imperialista, impulsar la independencia de su Patria. De la labor
política abierta y legal, Oscar y sus compañeros y compañeras de lucha pasarían
eventualmente al clandestinaje para desde esa otra trinchera, continuar el
desafío necesario en el forcejeo por la lucha de independencia.
Su captura se produjo en 1981. Un año antes, en 1980, otros de sus
compañeros de lucha habían sido capturados. Más adelante, en 1983, ocurriría lo
mismo con otra camada de luchadores y luchadoras. Al momento de sus capturas reclamaron
la condición de combatientes anti coloniales, no reconociendo la jurisdicción
de los tribunales de Estados Unidos. por lo que demandaron ser procesados por
un tribunal internacional o por un tribunal de un tercer país que no formara
parte del conflicto anti colonial entre Puerto Rico y Estados Unidos.
El carácter político de los procesos legales seguidos por Estados Unidos
contra estos prisioneros lo establece la naturaleza de las acusaciones hechas
por Estados Unidos contra ellos, donde
como indicamos, se les imputó conspiración sediciosa para derrocar el
gobierno de Estados Unidos. A lo anterior se suma el carácter desproporcionado
de las sentencias impuestas. En el caso de la mujeres capturadas, el promedio
de las sentencias impuestas fue de 72.8 años; mientras que en el caso de los
varones, el promedio fue de 70.8 años.
En ocasión del indulto que fuera conferido a la mayoría de los
prisioneros políticos puertorriqueños que para entonces habían cumplido cerca
de 20 años de prisión, se ofreció la posibilidad de la excarcelación de Oscar
López Rivera unos años después de la salida del primer grupo. Esta oferta fue
rechazada por Oscar mientras permanecieran encarcelados otros de sus
compañeros, como era el caso de Carlos Alberto Torres y Haydee Beltrán a los
cuales las condiciones de salida no se incluían bajo las condiciones ofrecidas
a los otros prisioneros. Estos últimos, sin embargo, ya se encuentran fuera de
prisión. En el caso de Oscar, el indulto que se ofrecía prolongaba su fecha de
salida por diez años adicionales. Su negativa a salir en aquel momento
rechazando bajo tales condiciones el indulto canceló sus posibilidades. Luego
de la excarcelación de sus compañeros Carlos Alberto y Haydeé, Oscar solicitó
su salida condicional de prisión a la cual podía optar por haber cumplido ya una
porción sustancial de su sentencia. La misma, sin embargo, le fue denegada,
indicándole sus carceleros que debía esperar para volver a plantear su solicitud,
diez años adicionales. Para entonces, Oscar habrá cumplido 80 años.
Estados Unidos, quien
se pasa caminando el mundo, ufanándose ante otros pueblos de su régimen democrático
y liberal, se coloca en entredicho ante dicha comunidad internacional cuando a
un pueblo bajo su sujeción política se le niega el derecho a la libre
determinación e independencia; cuando dentro de su propio sistema carcelario
mantiene por más de tres décadas un prisionero político, acusado de sedición como resultado de su lucha anticolonial como es el caso Oscar López
Rivera.; cuando ejerce políticas coloniales
sobre otro pueblo, negándose a transferir los derechos conculcados a dicho
pueblo a raíz de una invasión efectuada hace 116 años; cuando se niega a
descontaminar y devolver terrenos que por espacio de más de 60 años contaminó
como es el caso de Vieques, afectando la salud de la población como resultado
de sus prácticas militares.
La libre determinación de un pueblo no es posible con la presencia de
prisioneros políticos en cárceles del imperio cumpliendo prisión como resultado
de su lucha anticolonial. Los puertorriqueños sí tenemos un consenso en la
demanda de la excarcelación de Oscar López Rivera. Quien le niega la
posibilidad de excarcelación a Oscar es el Presidente Obama, el cual tiene a su
alcance la prerrogativa de un indulto.
No puedo dejar de mencionar en este acto de solidaridad antillana, a
otro de nuestros prisioneros políticos hoy encarcelado en prisiones federales.
Me refiero a Norberto González Claudio, quien habiendo ya cumplido el término
necesario para salir de prisión bajo condiciones de supervisión, se le niega
tal derecho reteniéndolo injustamente en prisión.
El caso de Oscar López Rivera y de Norberto González Claudio
es hoy una bandera de lucha de un pueblo que como él en prisión, ha resistido
por largos años frente al poder colonial; que se niega a dejar de ser lo que
es; que busca su fuerza en sus hijos e hijas que están dispuestos a luchar
hasta lograr acariciar el sueño de su libertad plena. Démosle un empuje a la
excarcelaciónde Oscar y Norberto. Es hora de que regresen a nosotros, a casa.
Muchas gracias por su apoyo y por su solidaridad.
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