¿Cómo es posible
que uno como ciudadano vaya por la calle y le tenga el mismo miedo al sonido de
un motor que a las luces de una patrulla?
Jose Rafael Sosa
El cineasta dominicano Andrés
Farías, apresado antier por agentes policiales porque no tenía su cédula cuando
iba a hacer ejercicios antier, ha escrito una demoledora carta al director
de la Policía Nacional, en que plantea una situación que debe ser corregida por
arbitraria e ilegal.
La carta dice así:
“29 de mayo de 2018 Santo Domingo,
República Dominicana
Carta abierta al Ing. Ney Aldrin Bautista Almonte, Mayor General, P. N. Director
General de la Policía Nacional.
No soy abogado ni experto en leyes. Soy cineasta y
antes que cineasta soy un ciudadano dominicano. Escribo esta carta sin más
pretensión que la de hacer preguntas en aras de abrir un diálogo y de poder
relatar mi experiencia.
El pasado viernes 25 de mayo a las
6:00 a.m. me dirigía al gimnasio de un club a unos metros de mi casa cuando la
policía me detuvo y me preguntó por mi cédula. Mi única identificación en ese momento era el carnet del
gimnasio/club frente al que me detuvieron (había decidido dejar de llevar la cédula al hacer ejercicio ya que hace
aproximadamente un año me asaltaron a punta de pistola mientras lo hacía). No sirvió de nada que estuviera vestido con ropa deportiva frente al
gimnasio/club, que tuviera
la identificación de membresía de ese lugar, o que tratara de explicarle al policía que estaba muy cerca de mi hogar donde podíamos pasar por mi cédula. Su respuesta fue tajante y sin
dar espacio alguno al diálogo: “móntese”.
Asimismo, de nada sirvió que a los 10
minutos de que me ingresaran al destacamento de la Cayetano Germonsén llegara
un familiar con mi cédula de identidad, pues el oficial a cargo dijo que su
superior no se encontraba en esos momentos y que, por tanto, no podría salir.
Una vez en el destacamento, me
quitaron los cordones de los zapatos, mis pertenencias y me metieron en una
celda con 20 hombres más, en un lugar donde, en mi opinión, no deberían de
haber más de cuatro. En ese espacio insalubre, con poca ventilación, escasa luz
y donde nos encontrábamos hacinados, uno de los detenidos me pidió dinero para
la “limpieza”—un eufemismo para decir que tenía que pagarle para
que no me pasara nada—. Pude manejar la situación dado que trabajé en la filmación de la película Carpinteros, período en el cual tuve contacto cercano con el sistema
penitenciario dominicano, así como con ciertos códigos que utilizan los
internos.
Sin embargo, uno de los del grupo de
detenidos que ingresó a la celda minutos después no tuvo la misma suerte. Éste,
al negarse a pagar “la limpieza”, recibió varios golpes por parte de dos
detenidos, además de ser amenazado con dos cuchillas (gilletes) por los atacantes. La disputa se disolvió minutos después al aparecer la policía.
Luego, la policía nos sacó a todos al
frente, nos colocaron en línea como en un paredón y nos hicieron fotos grupales
con sus celulares sin darnos ningún tipo de explicación. Cuando pregunté para qué eran, me dijeron que ya me darían los motivos (los cuales nunca llegaron), y nos
volvieron a meter en la celda.
Tras aproximadamente cuatro horas
encerrado logré salir de la celda gracias a que apareció el director de cine
José María Cabral, quien cuestionó directamente a los oficiales sobre mis
derechos como ser humano y ciudadano. Sin embargo, seguí detenido en el
destacamento porque los policías dijeron que no podría irme hasta que no
llegara la fiscal y aprobara mi liberación.
Al preguntarle a uno de los policías
presentes qué delito había cometido, pues el problema era mi cédula y ésta
había sido llevada al destacamento pocos minutos después de que me ingresaran,
él me respondió textualmente: “Usted es culpable hasta que se
demuestre lo contrario”.
Luego de mucho insistir y hacer
varias llamadas, a eso de las 10 de la mañana los oficiales me dejaron libre
antes de que llegara la fiscal que estábamos esperando.
Curiosamente, el mismo día del
incidente, a las 2:26 p.m. la Policía Nacional contactó a José María Cabral vía
Twitter para “investigar y darle respuestas”, en lugar de comunicarse conmigo, el afectado.
Tras yo contactarlos por esa misma vía quedaron en “llamarme en la mayor brevedad posible” para darle seguimiento al asunto. Ya
han pasado tres días y sigo sin recibir noticia alguna por parte de
la institución.
Luego del incidente comencé a recibir
mensajes por las redes sociales de personas que han pasado por situaciones
similares e incluso más complicadas, lo que evidencia que lo sucedido no es
aislado, sino bastante común en nuestro país. Un hecho que me hizo sentir
vulnerable y dudar de una institución que está para protegernos y en la cual
deberíamos de confiar. Como ciudadano dominicano me siento en la obligación de
rechazar el silencio auto-impuesto, de la misma forma que rechazo que sea
moneda común que la “inocencia” de una persona se sustente en los contactos que
ésta pueda tener por encima de los hechos concretos.
Previendo de que no me volvieran a
robar mis documentos opté por dejar la cédula en mi casa y resulté apresado.
Tomando en consideración esto último, ahora comprendo claramente la
obligatoriedad de portar la cédula de identidad siempre; y hago la salvedad de
que mi intención con esta carta no es incentivar a que las autoridades no
cumplan con sus deberes. El problema aquí no es el hecho de que me detuvieran,
pues la policía estaba haciendo cumplir la Ley ⎯lo cual valoro⎯; lo que no comprendo es por qué pese de que
llevaron mi cédula, continué detenido. Lo que no comprendo es por qué nos meten
en una celda en condiciones que atentan directamente contra la declaración de
los derechos humanos. Lo que no entiendo es por qué, sin ningún tipo de
procesamiento, tuve que compartir celda con dos personas armadas. Tampoco
comprendo por qué en nuestro país la justicia no es imparcial, ya que yo logré
salir a través de contactos, pero Juan de los Palotes se quedará preso porque
no conoce a nadie. No comprendo por qué no hay diálogo entre ciudadanos y la
Policía Nacional, ni por qué ésta puede hacer cumplir la ley a base de fuerza e
intimidación.
¿Cómo es posible que en pleno 2018 la
Policía Nacional Dominicana siga manejándose de esta manera? ¿Cómo es posible
que todavía al día de hoy no tenga la menor idea de con qué fin fueron tomadas
esas fotografías ni qué se ha hecho con ellas, siendo que ahí está mi
identidad?
¿Cómo es posible que uno como
ciudadano vaya por la calle y le tenga el mismo miedo al sonido de un motor que
a las luces de una patrulla?
¿Cómo es posible que nuestras celdas
y prisiones, pensadas en teoría para reformar al ciudadano, se encuentren en
estas condiciones tan precarias?
¿Cómo es posible que yo como
ciudadano sea culpable hasta que se demuestre lo contrario sin mayor
explicación?
Andrés Farías
Cineasta
—“Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no
es locura ni utopía, sino justicia”. Miguel de Cervantes”.
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