Bien
escuchar la música de un maestro, trasciende la dimensión de lo audible.
El contacto con una fuente primaria de la creación, con instrumentos de origen
y dominio de técnica y virtud, transformó la forma de sentir a Beethoven,
José
Rafael Sosa
Escuchar a Ludwig van Beethoven siempre ha de ser una aventur, que marca la
existencia, sin importar circunstancias,
intérpretes o los escenarios. Basta con
que tengan las condiciones y la calidad para llegar al nivel de intensidad o
ternuras trazadas en el panorámico recorrer
de su creación.
Pero cuando, a quienes hay que
escuchar resonando a Beethoven, vienen de la capital mundial de la música
clásica, cuando llegan con los instrumentos de época, cuando se ha logrado,
gracias a la persistencia de Fundación SinfonÃa que se lo propuso hace más de
dos años, incluir el paÃs en la gira latinoamericana de la Orquesta Wiener
Akadamie, de Austria, el universo que nos referencia ese gusto, sufre una
transformación que ha de dejar sus huellas.
En
Austria, cuna de parte de los más altos exponentes de la música clásica, Mozart,
Haydn y Shubert, la tradición, el gusto y la perfección en la composición e
interpretación, se origina por una razón sencilla: los niños comienzan a ser
llevados a conciertos (que se ofrecen diariamente en sus diversos teatros y
academias) desde que tienen su tercer año de vida.
La
primera presentación para el paÃs de la Orquesta de la Academia de Viena,
anoche en Teatro Nacional, Resonar a Beethoven (Resound Beethoven) , realizada
con ante un público seguidor , conocedor
y promotor de la más alta expresión de la música que no perece, fue una
experiencia única, de un tal sabor y color originario, con un estilo impreso
por su director, el maestro de órgano MartÃn Hasselbock, con una imborrable
sonrisa en sus labios, disfrutando cada pase, cada movimiento, cada gesto, ante
sus músicos, (casi todos de pie, con excepción de los violoncelos y los
timbales), transportó el gusto e
imaginación de los asistentes, a los
páramos de una Viena musical sonora, tanto en sus pasajes acústicamente
panorámicos, agitados con el ritmo indicado por el compositor alemán o la
genialidad de sus notas tenues, pausadas, detalladas, interpretativamente
extremas, en algunos casos a cargo tan
solo de un par de violines.
Las
interpretaciones recrearon las SinfonÃas No- 1 (en Do mayor, Opus 21) y No. 3
(en Mi bemol mayor, Opus 55, “Eroica”), y sus cuatro movimientos, constituyeron
un programa de martes, que no habrá de
ser olvidado nunca.
La
experiencia, al sentir esta preciosa carga sonora, fue única. Fue más que la
novedad de lograr ver en escenario dominicano una unidad artÃstica de alto
nivel proveniente de una de las naciones en las que nació todo. Fue más allá
que el poder virtuosismo originario de una orquesta proveniente de la capital
mundial de la música, durante siglos.
Tradición
El
inestimable empeño Fundación SinfonÃa de traer al paÃs la Orquesta de la
Academia de Viena, respaldada por una crucial cadena de auspiciadores, y que
hoy miércoles a las 7 de la noche, vuelve al Teatro Nacional con un programa de
otras dos SinfonÃas, no tiene como ser pagado que no sea con reconocer la noble
tarea de auspiciar para los dominicanos el disfrute de uno de los más altos
exponentes de la música de los grandes maestros.
La
Orquesta Viener Akademie produjo anoche una experiencia singular y solo
repetible esta noche cuando vuelva al Teatro Nacional con las SinfonÃas primera
y Tercera, en el concierto Resound Beethoven.
El
director de la Orquesta de la Academia de Viena, el maestro de órgano MartÃn
Hasselbock.
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