El aniversario 174 de la Independencia Nacional encuentra en profunda crisis y acelerado deterioro el sistema de partidos; la actividad polĂtica partidaria no es un atractivo para la juventud, y los segmentos más sanos de la sociedad dominicana le huyen como el Diablo a la Cruz ser ubicados en ese mundo; nos asecha un raro ingrediente vinculado al pasado de dictadura que padeciĂł la naciĂłn. La lejanĂa ideolĂłgica es determinante en el carácter involutivo de las organizaciones partidarias, y es muy sintomática la extraña categorĂa de militantes con sello de total clientelismo e indudable ventajismo.
Para las elecciones del año 2020, nada bueno se puede esperar. Las propuestas de candidaturas provendrán de entidades diezmadas y anquilosadas, de donde se puede colegir el poco beneficio que recibirá la sociedad como resultado de las evidentes debilidades orgánicas de los proponentes. Ahora bien, los comicios municipales pautados en febrero del 2020, podrĂan convertirse en una camisa de fuerza para que los aspirantes presidenciales estimulen y obliguen la presentaciĂłn de buenos ciudadanos en las candidaturas de alcaldes y regidores.
Las organizaciones polĂticas de la naciĂłn no tienen estructura de base real, es un sofisma heredado, que busca satisfacer algunas cabezas en ciudades y pueblos, mientras la masa cautiva sĂłlo se utiliza para convecciones y se oxigena y desempolva en certámenes electorales cada cuatro años.
La presencia con obscura osadĂa de descendientes del jefe buscando gravitar en la partidocracia dominicana, se origina en la crisis de los propios partidos y por la falta de respuestas al paĂs y a la matricula de ciudadanos registrados como miembros de esas organizaciones.
Dirigentes y militantes de los partidos carecen de discurso social y reivindicativo, son ajenos a la dinámica y realidad socioeconĂłmica del paĂs, lucen desfasados y deambulan a la hora de tratar temas medulares de la naciĂłn. En un triste rincĂłn clientelar quedĂł el Ămpetu y sustancia de los cuadros fundamentales de las organizaciones partidarias dominicanas.
Poderes facticos y jerarquĂas partidarias se apropian de instancias del Poder PĂşblico, como forma y manera de subsistir, creando el manejo mediático que alejen las olas y la bravura de los vientos que han de provocar la desnudez del sistema polĂtico dominicano.
Muy a pesar de esta verdad, en los partidos quedan gentes buenas que mantienen viva la esperanza y el discurso vinculante con la sociedad y las necesidades colectivas.
La generalidad sĂłlo ve la polĂtica como medio para la movilidad social y econĂłmica. No importa cĂłmo, el objetivo es conseguir dinero, casa, apartamento, finca…estamos en presencia del predominio de la amoralidad en el ejercicio de la actividad polĂtica en la naciĂłn dominicana.
Al desaparecer los paradigmáticos lideratos tradicionales, otrora frenos para muchos desvarĂos, sucumbiĂł el sentido de decencia y nobleza en el quehacer polĂtico nacional. Hoy el Ăşnico y sagrado interĂ©s de los activistas partidarios, es estar en nomina, despuĂ©s nada importa y nada preocupa.
La gente de reconocida seriedad no quiere participar en polĂtica. A saber que con esa actitud se le deja la cancha a la sinvergĂĽencerĂa, y que gente de la cloaca, con buena cartera, se adueñe de espacios y candidaturas.
La resistencia a los cambios es tan natural como los cambios mismos. Los viejos estilos, los viejos partidos han colapsados, mientras la complicidad del sistema los oxigena, impide el peregrinar a la cripta, y los llamados a protagonizar el salto están confundidos, desenfocados, dispersos y atrapados en borracheras.
Con organizaciones polĂticas creĂbles, fuertes, innovadas, adecentadas y democráticas, es probable lograr mejores actores en la actividad polĂtica de la repĂşblica.
Es muy penoso observar la amalgama de pequeñas agrupaciones partidistas que cohabitan en el escenario electoral para recibir la mesada pĂşblica justificada en porcentajes obtenidos. En ese zafacĂłn hay gente de gran valĂa aclimatada y enredada en nada hacer y el sĂłlo permitir, que se mueven como el viento para no perder legitimidad y participaciĂłn.
La inercia orgánica implica poca o ninguna participaciĂłn de los mandos y estructuras internas, la oxidaciĂłn y distanciamiento de los vĂnculos sociales y caldo de cultivo del oportunismo.
La lisonja, la intriga y la abyecciĂłn han sustituido la importancia, los meritos y los sacrificios de militantes, cuadros y dirigentes de los partidos polĂticos. De nada vale el esfuerzo y dedicaciĂłn, pues a la hora de prestigiar y reconocer, prevalece el lambonismo y servilismo. Un segundo de chismes echa por la borda años de trabajo y abnegaciĂłn.
La historia de la naciĂłn dominicana esta estigmatizada por acontecimientos donde la deslealtad y el desdoblamiento de actores principales han bifurcado el rumbo, alterado la ruta y apuñalado el costado digno del cuerpo polĂtico de la repĂşblica. En ocasiĂłn de un aniversario más de la epopeya libertaria, es propicio parar levantar bien alto la entereza de los forjadores de la nacionalidad.
Aunque vivimos un largo transito de definiciĂłn de liderazgo, nuevos estilos y maneras de liderar se avistan en el horizonte, para bien es imperativo que el paĂs polĂtico tenga contrapeso, creĂble, consistente, definido y conceptualmente amueblado para los grandes desafĂos.
En las comunidades, municipios y provincias del paĂs los partidos polĂticos no tienen propuestas para la agenda reivindicativa, ni participan en la bĂşsqueda de respuestas a los males que padecen los sectores más vulnerables.
Ya no existe la LĂnea General y Programática de los Partidos PolĂticos, se desvanecen en enunciados y discursos alejados de la práctica y comportamiento cotidiano.
La entronizaciĂłn y sobrevivencia de elites partidarias, donde prevalece el sentido de oportunidad, hace predecible los roles presentes y futuros, y se malogra todo esfuerzo para el bienestar de la mayorĂa.
La valoraciĂłn de la actual coyuntura, la concentraciĂłn de poderes en una entidad genera la sobrestimaciĂłn que lleva a ver a los demás pequeños, que induce el debate del paĂs y la confrontaciĂłn por el poder a lo interno de esa organizaciĂłn, escenario que podrĂa replicar los acontecimientos vividos por el Partido Azul en el decenio de 1880, que enfrentĂł a Gregorio Luperon y Ulises Heureaux (Lili), principales lĂderes del partido , excluyendo al primero de la actividad polĂtica, y propiciando la dictadura que terminĂł con el ajusticiamiento de Moca el 26 de julio de 1899.
La crisis de los partidos polĂticos ofrece una lectura que llama a preocupaciĂłn, toda vez que de estas entidades nacen y se alimentan todas las instancias de del poder PĂşblico. Por el rumbo que vamos, el camino estará cada vez más angosto, no tan solo por la falta de legislaciĂłn apropiada, sino por la ausencia del ciudadano de calidad, decente y responsable en la actividad polĂtica de la naciĂłn.
El paĂs urge asirse de los mejores sentimientos y voluntades para construir un nuevo modelo de partidos polĂticos, que conecte con el pueblo y sea articulador de las expectativas mas sentidas de la sociedad.
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