Tanta
ha sido la mentira vertida sobre las
mujeres, que alegra tener r una visión
que desmitifique criterios y eleve
dignidades y percepciones. En este montaje seduce por su colorida paleta de requiebros vocales, la certeza de sus recursos técnicos yel matiz
que alcanza en sus giros del drama a la expresión cómica, fina en su sarcasmo.
José Rafael Sosa
Vuelve el Teatro, de nuevo y con fuerza
sorprendente, a ejecutar su
obligado viaje de emociones,
acontecimientos, ficciones y existencias.
Retorna ese teatro auténtico y difÃcil de
manipular, esta vez a la Sala Ravelo que
sigue siendo digno escenario, amigable, cómplice e intimista, a iniciativa de
un Juancito RodrÃguez que supo de este montaje comercialmente cargado de
riesgos y premiado por sus caracterÃsticas estéticas y de mensaje.
Viene de nuevo ese teatro, ahora con las
riendas tomadas por un joven director
(que es una realidad y no promesa de nada ni de nadie), a transitar por la misma senda de quereres y esperanzas, del
talento en sus variadas formas de expresión para ser vÃa y marco de vidas
imaginadas o perdidas, encontradas o reconstruidas con nuevas maneras de ver lo
que siempre fue tenido como versión oficial e irrefutable.
Vuelve el Teatro, con Elvira, la única al punto
de que su apellido resulta accesorio, a
subvertir versiones y creencias, tomado de la mano de quienes abrazaron este
quehacer escénico, en una actitud de
vida que convoca personajes reales, mitológicos, imaginados y, simplemente
inexistentes, en toda dimensión.
Juicio a una Zorra, monólogo del director,
actor, productos y libretista español Miguel del Arco, tiene sobre sus signos,
el germen de la subversión contra las versiones tradicionalmente conocidas y
que ubican a esta mujer en perspectiva de mujer de muchas camas, de entrega
fácil a los placeres de la carne y
proclive a la traición de su patria. Es uno de esos montajes a los que
nadie, en condiciones de hacerlo, deberÃa obviar este encuentro de arte de
primer nivel sobre un entablado que desafÃa con la convocatoria.
Del Arco
produce ficción sobre ficción, con teclado de una óptica marcadamente
femenina, la historiade estos hechos de la mitologÃa desde perspectiva de Helena de Troya, que para ser mejor disfrutada
requiere de conocer el universo fascinante de personajes del pasado heleno/romano.
La oportunidad de ver Juicio a una Zorra,
permite una incursión en el universo de personajes, desde Menelao, hermano de
Agamenón, embajador griego llegado a Troya para reclamar la entrega de la mujer
más bella a la vista de ojos humanos; el amante y poderoso Paris (el único
hombre que realmente amo la griega tenida por troyana), Tindáreo quien eligió como marido
de Helena; Antenor, anciano consejero troyano,
sustentador de reflexiones verdaderas yPartenio de Nicea, testigo de los sufrimientos
de amor por los que pasaron los que
aspiraban al amor de Helena.
El de estos personajes La pieza se
disfrutará mucho más si se tiene manejo de sus personajes: Helena, quien hizo estallar pasiones:
Menelao mató a DeÃfobo y a punto estuvo también de matar a Helena, pero quedó
deslumbrado y enamorado de nuevo por su hermosura y la perdonó. Algunos autores
antiguos cuentan que fue la propia Helena la que mató a DeÃfobo y que Menelao
perdonó a Helena cuando vio sus pechos desnudos. Helena y Menelao fueron padres
de Nicóstrato, para referir solo a partes de
ellos.
El concepto
El libreto con un parlamento subvertidor, de esos no llamados a
fascinar a todos ni a tenerse como monedita de oro, refiere a Helena, (ésa, la
de Troya) cuyo nombre que en griego quiere decir "luz que brilla en la
oscuridad"; y que para los troyanos esa sinónimo de ser “antorcha”, a pesar de que su recuerdo pasa a la
historia más vinculado a los epÃtetos “zorra”, traidora, infiel, seductora
y otras lindezas del estilo.
Los
valores y perspectivas gerencia Miguel del Arco, exponen la inutilidad de la
guerra, la doble moral de los poderosos, la miseria que radica en sus
ejecutorias motivadas o por el poder, o por la ambición o por el sexo. Buenas
las contabilidades de la intención humana que se nos ha vendido tanto por medio
de la culpabilización de la mujer como culpable de las muertes y desastres que
ella no ha provocado. Este es el valor textual de montaje.
La
actuación
Elvira
Taveras es una marca teatral en sà misma y su vocación por hacer personajes
femeninos de altos registros, contradictores de los patrones tradicionales, ha
sido más que una trayectoria de coherencia estética.
Ha
sido tanta y tanta la mentira vertida sobre las mujeres, que para ella ha sido
misión aportar una visión que desmitifique criterios y eleve dignidades y percepciones.
En
este montaje, nos seduce por su colorida
paleta de requiebros vocales, el matiz que alcanza en sus giros del drama a la
expresión cómica, fina en su sarcasmo.
Su
polifonÃa es rica forma de ubicar la imaginación del público ante esa nueva
desafiante versión de la Helena, logrando establecer un vÃnculo muy firme con
su público, a pesar de lo rompedor de rituales y esquemas en que se resuelve.
Esta
mujer toma lugar en el mundo de la mujer retratada teatralmente, hace de su
cuerpo un instrumento de efectiva comunicación, fÃsicamente se adueña Recorre
aquel entablado, con firme actitud.
La técnica
Méritos tienen: vestuario,(de Gromcin
DomÃnguez) matizado por la verosimilitud, acento de época, elegancia y la simpleza efectiva, el diseño de las luces
(Roberto de León) que destacan la protagonista de la historia al momento de sus
ires y venires; el universo de sonidos (del director), el aporte de los tocados
y el valor de utilerÃa simbólica (no acreditados en programa) ; el diseño
sobrio y elegante del espacio escénico por parte de Fidel López, el maquillaje
de (Francis de la Cruz); los efectos especiales (Ernesto Báez).
Juicio a una Zorra a pieza imperdible. No se
atreva a vacilar.
Pies de fotos.
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