Y de cómo murió
Jesús Martínez
El Cuec era un
tipo especial, distinto a los demás. Llevaba el pelo largo, la barba larga;
tomó muchísimos rollos del Movimiento, pero muchísimos. Los ha de tener la Judicial,
la Federal de Seguridad, la Procuraduría, qué sé yo… Con la rapidez con que se
entusiasmaba, así mismo caía también en el pozo de la angustia. Recuerdo que
una vez, en una asamblea, pidió la palabra, y dijo: “¿Saben, compañeros, saben
cómo vamos a volver a las calles? (Entre la manifestación del 27 de agosto y la
del 13 de septiembre hubo muchas detenciones, muchas calumnias en los
periódicos, una represión tremenda, una gran desorientación en el seno mismo
del CNH; además, el tono del informe de Díaz Ordaz y sus amenazas —acompañadas
por tanques y bayonetas— eran contundentes.) Miren, compañeros, yo sé cómo
vamos a volver a las calles… ¿Saben cómo vamos a contestar los golpes? Con
flores, con amor y flores… El 13 de septiembre estaremos de nuevo en la
Reforma, con flores, compañeros; si nos reprimen, les aventaremos flores,
flores a los tanques. El pueblo nos espera en las ventanas de los edificios,
entre los capacetes de los automóviles, en el techo de los camiones y de las
azoteas, y nosotros saldremos con algo nuevo. Si los soldados tienen fusiles
nosotros tenemos amor y muchas flores”… Naturalmente, su moción no se aprobó,
pero así era el Cuec, así era él, y a mí me hubiera gustado llevarle flores,
amor y flores, el día de su muerte.
Raúl
Álvarez Garín, del CNH
La
noche de Tlatelolco, de Elena Poniatowska
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